En su pregón explicó el papel clave que juegan sus hijas hoy en día en su ganadería
El último acto oficial del denso sábado de preCarnaval de Ciudad Rodrigo fue el pregón de la Asociación Charra del Caballo, a cargo de José Enrique Fraile Mazas, propietario de la ganadería Fraile de Valdefresno, D. José Enrique, que junto a los miembros de la Asociación llegaron hasta el Teatro Nuevo Fernando Arrabal en una comitiva llena de sabor de la tierra.
En este sentido, la comitiva fue encabezada por un tamborilero, yendo detrás dos charros, el presidente de la Asociación, Ángel López Manzano, y Chicho Pellicer, y tres charras, Minerva, Silvia y Mercedes, que se habían estado preparando desde las 16.00 horas con la ayuda habitual de Flori y Humi, a las que se unió este año María José, según explicó el presidente de la Asociación al final del acto en el Teatro.
Ángel López Manzano fue también el encargado de abrir la velada, con una disertación en la que, al hilo de la actual problemática del Carnaval con la invasión masiva de jóvenes el Sábado, reflexionó que “los mirobrigenses no queremos que nuestra fiesta deje de ser lo que siempre ha sido”, añadiendo que “los recuerdos de lo vivido, que ya no volverán, nos deben servir para mantener la esencia e identidad de antaño”, con el toro “como actor principal”.
Refiriéndose ya a José Enrique Fraile, indicó que con este nombramiento se quería “rendir tributo a los ganaderos”, recordando cómo fueron a proponérselo otro miembro de la Peña, Custodio, y él, a su ganadería, arrancando precisamente el pregonero su intervención explicando el génesis familiar de su hierro, el de José Enrique Fraile de Valdefresno, que tiene encaste Atanasio-Lisardo, del que se siente “abanderado: soy defensor de esta casta que estaba muy arraigada al Campo Charro”.
Junto a los toros, “en Valdefresno los caballos nunca han faltado, han estado presentes en toda la historia de la ganadería”, recordando para empezar su primer caballo, un medio caballo pío, que “se convirtió en un imprescindible en la casa”, aprendiendo a montar con su padre, el mayoral Jesús y los vaqueros. Resaltando que “desde que nací estaba montado a caballo”, y que con los mismos “no había ni ocio ni paseos”, recordó diversos equinos que ha domado, apuntando que fueron “caballos muy valientes, enseñando en sus cuerpos las cicatrices de las numerosas cornadas”.
José Enrique Fraile expresó que “la vida la he hecho a caballo, trabajando siempre con ellos”, incidiendo en que “se utilizaban para todo”, incluido para dar de comer al ganado y para la trashumancia, que “merece un libro”. Tomando como referencia un caballo con una condición muy dura para el trabajo, Orfebre, apuntó que “para andar con los caballos entre los toros hay que ser valiente, hay que tener un valor frío y tener conocimientos”.
A continuación, resaltó que “seguimos utilizando los caballos para apartar el ganado, los saneamientos, mover los toros”, pero “soy consciente de que cada día se monta menos y eso es un problema”. Según dijo, “mi finca está preparada para que el día que no monte se puedan hacer las cosas de otra manera, pero a mí me gusta seguir haciendo todo a caballo, continuar con la tradición”.
Tras la proyección de un vídeo de 2-3 minutos sobre su finca, habló de la trashumancia, relatando los viajes más largos, a Extremadura, de los que dijo que era un “auténtico espectáculo” pasar por el Puente Romano de Alcántara tras 7-8 días de viaje con 600 cabezas de ganado. En este apartado, relató algunas anécdotas (como cuando guardias portugueses les confundieron con cuatreros tras escapárseles un montón de cabezas al país vecino, o cómo un pueblo se apropió de un novillo suyo para sus fiestas), y cómo se dividían el trabajo, estando “las funciones del grupo perfectamente divididas”; era un “viaje duro”. José Enrique Fraile añadió que este viaje a Extremadura “lo podía hacer con los ojos cerrados”.
De las “historias del pasado”, el pregonero pasó “al presente y al futuro”, sus tres hijas, María, Vega y Beatriz, que son “unas enamoradas del campo, entendidas y que desde pequeñas ayudan”. Según indicó, su ganadería “pasa por un buen momento; el trabajo está dando sus frutos y lo llevamos a nuestro concepto del toro bravo, con las características que buscamos, como la bravura, nobleza, clase, transmisión y demás”, asegurando que es “ilusionante poder preservar un encaste histórico” como el suyo y además “poder verlo en las plazas”.
Al hilo de ello, explicó que este Carnaval contará con novillos suyos, lo que le llena de “orgullo y satisfacción: lidiar en casa te gusta pero te carga de responsabilidad” (evocó que en 2015 ya trajo un encierro), considerando que “para cualquier salmantino, y más si estás relacionado con el mundo del toro, el Carnaval es especial”. En su caso, es además ganadero del Bolsín, aportando vacas, entendiendo que “nos da prestigio como ganaderos y como provincia”.
Por último, relató que han ido abriendo las puertas de sus fincas para que se conozca lo que hacen, porque “todo aquel que descubre el toro en el campo, automáticamente deja atrás ideas preconcebidas”. En la actualidad, son sus hijas las que enseñan la finca, teniendo “la perspectiva de la juventud, una visión más moderna y actual”, calificando de “una ilusión saber que tienes a alguien que va a seguir trabajando, que hay relevo, algo no tan sencillo en el campo actual”.
El acto en el Teatro Nuevo, que fue muy ágil (no llegó a los 40 minutos de duración), se cerró con una última intervención de Ángel López Manzano, quién dio las gracias a la Asociación Cultural Carnavaldeltoro.es por el homenaje realizado a las familias que recuperaron el encierro a caballo en el Carnaval hace 40 años, los Perita, Pichoga y Panza.