Efecto Matilda 2: Felisa Martín y Lise Meitner

‘Es verdad que la historia la escriben los vencedores; es parte del botín, quedarse con la memoria’, dice el escritor uruguayo Eduardo Galeano en su libro ‘Una historia casi universal’, que podríamos adaptar al caso diciendo: Es verdad que la historia la escriben los hombres; es parte del botín de apropiarse de la memoria colectiva. Con relación a las mujeres esto se llama ‘efecto matilda[1]’

A la donostiarra Felisa Martín Bravo (1898-1979) le cabe el honor de haber sido la primera mujer del mundo en alcanzar el Doctorado en Física, lo hizo en la Universidad de Madrid.

Curso su bachillerato en el Instituto General y Técnico de Guipúzcoa. Con 20 años se trasladó a la Universidad madrileña para licenciarse en Física y, cuatro años después en 1926, con sus investigaciones sobre las estructuras de los óxidos de níquel y cobalto se doctoró con la calificación de sobresaliente.

Durante los años siguientes, gracias a las becas obtenidas, completó su formación en las universidades estadounidenses de Connecticut, Vermont, Harvard y Yale; casándose a su regreso con el Catedrático en Filología de la Universidad de Sevilla, José Vallejo.

Preparó y aprobó las oposiciones al Servicio Estatal de Meteorología siendo la primera mujer en trabajar en este organismo y la única hasta 1935. Su trabajo lo compaginaba con sus investigaciones en el Instituto de Física y Química de la Universidad de Madrid.

En 1936, tras el golpe de estado y el comienzo de la guerra, la Agencia Estatal de Meteorología se trasladó a Valencia pero Felisa se negó, porque todos los directores habían sido sustituidos por militares, y fue expulsada.

En noviembre de 1937, fue nombra directora del Observatorio meteorológico de Igeldo (Guipúzcoa) ante la imposibilidad de contar con algún hombre cualificado para el puesto, aunque tuvo que someterse a un expediente de depuración por haber colaborado laboralmente con el bando republicano.

Felisa Martín fue la única mujer que continuó trabajando e investigando sobre la electricidad atmosférica en la Agencia estatal hasta 1960 y prácticamente la única que no tenía cargo militar, aunque mucho manifestaron desconfianza tras su reingreso y tuvo que superar numerosos obstáculos durante varios años.

Continuó su particular batalla para prestigiar el trabajo de las mujeres en la ciencia siendo también la primera presidenta de la Asociación Meteorológica Española, tras su jubilación. Murió en Madrid el 29 de octubre de 1979.

Y si hemos hablado de la primera Doctora en Física del mundo, conozcamos también a la segunda en lograrlo.

Nacida en Viena (Austria) en el seno de una familia de ascendencia judía, Lise Meitner (1878-1968) fue la tercera de 7 hermanos. Todos ellos fueron buenos estudiantes y cursaron estudios superiores avanzados. Aunque su padre era un abogado sefaradita[2] y ser registrado su nacimiento en la Comunidad Judía de Viena, recibió una educación protestante y se bautizó en la iglesia luterana en 1908, sólo un año antes de doctorarse en física en la Universidad de Berlín.

Ya desde los 8 años mostro gran interés por la ciencia y anotaba los resultados de sus investigaciones en una libreta que guardaba bajo la almohada. Con 23 años, en julio de 1901, se matriculó en matemáticas y física en la Universidad de Viena tras superar un duro examen de acceso reservado a mujeres, siendo una de la 4 que aprobaron entre las 14 que realizaron la prueba. Junto a ella lo hizo también Henriette Boltzmann, que se convertiría en la primera mujer en matricularse en la Universidad de Imperio Austro-Húngaro aunque, sin haber finalizado aun el primer curso, un decreto de Ministerio de Educación le prohibió seguir estudiando.

Lise Meitner, continuó su formación en el laboratorio del Instituto de Física, donde todas las clases eran impartidas por Ludwig Boltzmann esposo de Henriette: Mecánica Analítica, Electricidad y Magnetismo, Elasticidad e Hidrodinámica, Acústica, Óptica, Termodinámica, Teoría Cinética de Gases, Física Matemática y Filosofía de la Ciencia. El centro de interés de sus investigaciones fue la radiactividad y, después de presentar su tesis doctoral se convirtió en 1906, en la segunda mujer en el mundo que obtenía el título de Doctora en Física.

Entre sus más destacadas investigaciones podemos citar el descubrimiento del isótopo radiactivo protactinio-231 en 1917 y su importantísimo trabajo sobre la fisión nuclear del uranio – fundamento de la bomba atómica y las centrales de energía nuclear – que realizó junto al químico Otto Hahn, anticipando muchas de las ideas básicas de la física cuántica.

Pero fue el químico alemán el único en recibir en 1944 el Premio Nobel, siendo ignoradas las contribuciones fundamentales de su colega Lise Meitner. A Lise se le concedieron premios menores y mucho más tarde, 1997, se ‘premió’ toda su contribución a la ciencia dando su nombre al elemento 109 de la tabla periódica: el meitnerio. Albert Einstein la consideraba la ‘Marie Curie alemana’.

Charlotte Perkins, activista estadounidense, líder del movimiento sufragista afirmaba que: No hay un pensamiento femenino. El cerebro no es un órgano sexual. Muestra de ello son estos dos ejemplos de grandes mujeres que han sufrido el ‘efecto matilda’.

[1] Como ya comente la semana pasada ‘Efecto Matilda’, fue el nombre que la cronista de la ciencia estadounidense Margaret W. Rossiter dio en su ensayo ‘La mujer como inventora’ a ese olvido al que son sometidas muchas de las mujeres que han realizado grandes aportes a la Humanidad.

[2] Como ‘sefardíes’ se conoce a los descendientes de los judíos expulsados de Portugal y España a finales del siglo XV por los Reyes Católico por motivos poco claros.