Desde que en 1721 una peana de granito descubriera su tesoro, la Virgen del Castillo deslumbra a toda La Ribera, haciendo buena la leyenda escrita en los sueños de un pastor
Es de sobra conocido por los eruditos hijos de esta notable villa que los orígenes de los pereñanos se remontan más allá del Calcolítico, incluso puede afirmarse la existencia de pobladores prehistóricos en estas agrestes tierras donde el Duero –ahora amansado por las zancadillas de los saltos hidroeléctricos– un día fue barrera infranqueable para ejércitos y saqueadores. Varios investigadores atribuyen el origen de Pereña de la Ribera al paraje que hoy se conoce como Teso del Castillo, antes Teso del Berrocal, pues los vestigios hallados parecen apuntar a que este paraje permaneció poblado hasta la invasión musulmana.
Según la tradición oral entre generaciones, corrían principios del siglo VIII cuando el asedio árabe acabó con lo que pudiera ser el pueblo de Pereña, entonces ubicado en el Berrocal, lugar defendido por un castillo y cuyas ruinas sirvieron para ocultar la imagen venerada por sus habitantes en honor a Nuestra Señora de los Ángeles, una pequeña figura realizada sobre piedra que no volvería a parecer hasta mediados del siglo XIV.
Fue entonces cuando surge la leyenda de la aparición de la Virgen a un pastor indicándole dónde se hallaba enterrada. A partir de ese instante la religiosidad de este pueblo hacia su Virgen se transmitió a toda La Ribera, incluso traspasando el Duero y llegando a zonas de La Sierra tras la aparición, un 14 de mayo de 1721, en el interior de su peana, la Virgen ‘chica’, pequeña figura que imita a la primera y que surgió a raíz de una serie de acontecimientos milagrosos que desembocaron en una profunda devoción hacia su imagen. Desde entonces la romería del 14 de mayo viene celebrándose con gran tradicionalidad entre sus vecinos y habitantes de toda la comarca de Vitigudino.
Así pues, cada 14 de mayo decenas de pañuelos y cadenas acarician la reja guardiana de la piedra blanca, buscando parte de esa magia que se extendió por toda la provincia charra. Desde la Sierra hasta Las Arribes, e incluso al otro lado del Duero, los milagros del polvo blanco que desprendía aquel pedazo de piedra, surgida del interior de la peana de Nuestra Señora de los Ángeles, fueron poco a poco haciéndose un sitio en el corazón de las gentes.
Desde que en 1721 aquella peana de granito descubriera su tesoro, la Virgen del Castillo deslumbra a toda La Ribera, haciendo buena la leyenda escrita en los sueños de un pastor, que marcó el lugar de su descanso de siete siglos entre las ruinas del castillo para impedir el sacrilegio morisco. Desde entonces, milagro tras milagro en gargantas y pulmones, han hecho la historia de esta fiesta pereñana, a la que acuden fieles fervorosos creyentes que esperan en sus pañuelos los favores de la Virgen ‘chica’, pero que lo mismo que pequeña es su reliquia, es la de mayor veneración en toda la Ribera.
Fiesta del 14 de mayo
De nuevo, el próximo 14 de mayo la ermita del Castillo volverá a ser punto de peregrinación para los pereñanos y vecinos de la Ribera. Las mayordomas presidirán la misa y ofrecerán un convite a familiares y amigos, aunque antes la reja que custodia la piedra blanca volverá a ser acariciada por decenas de pañuelos que buscan la gracia de Nuestra Señora, les libre de los males de pulmón y garganta, como así se transmitió de viva voz durante generaciones.
Concluidos los actos religiosos, la música a son de gaita y tamboril provocará el baile antes de la comida, una gran paellada promovida por el Ayuntamiento para celebrar la fiesta. Tampoco faltarán los hornazos, tortillas y empanadas, todo regado con el vino de La Ribera, hoy bajo el marchamo de la DO Arribes.
Pero antes del gran día, el Ayuntamiento ofrecerá un concierto de Folk On Crest, será el viernes 12 por la noche en el frontón de pelota. Y el sábado, además de la misa en la ermita, por la noche habrá una verbena amenizada por la orquesta Dakar.