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Cuestión de inteligencia (artificial)
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Cuestión de inteligencia (artificial)

Actualizado 05/05/2023 11:15
Ángel González Quesada

“Y, sin embargo, se mueve”. GALILEO (1633)

La recurrente imagen cinematográfica del ventrílocuo sorprendido y aterrorizado por las palabras que, sin su intervención, pronuncia por sí mismo el muñeco al que antes él daba voz, refleja de un modo más que gráfico el estupor y el miedo de cierta parte de la comunidad científica y tecnológica ante las supuestas amenazas de una realidad por ella misma creada y que parece incapaz de controlar, la Inteligencia Artificial generativa que, como la marioneta rebelada contra su creador, temen que sea capaz de destruirle o, peor, hacerse con el protagonismo del show.

Disfrazada de sesuda controversia sobre los límites de la libertad, y vestida con el complejo lenguaje de las apelaciones morales y éticas de tipo general, la actual polémica sobre la Inteligencia Artificial generativa y sus posibilidades y usos, no es sino la triste reactualización de los atavismos antropocéntricos que a lo largo de la Historia se opusieron, paralizaron, negaron, combatieron y en ocasiones retrasaron o directamente impidieron los más notables avances que el pensamiento humano fue capaz de procurar para el desarrollo de una especie, la nuestra, especialmente dotada para la estupidez.

El formidable potencial de la herramienta ChatGPT ha sido el detonante que en todo el mundo ha encendido las alarmas y las luces rojas (en algunos países, como Italia, ha sido prohibido su uso y utilización), aduciendo los inmensos peligros que la Inteligencia Artificial generativa, génesis y mecanismo del ChatGPT, y los algoritmos autoentrenados que lo conforman, podría acarrear para la convivencia, la libertad y el cabal desarrollo social en multitud de aspectos, entre los que son principales las amenazas a la actual estructura de la economía de mercado y sus plusvalías, los asaltos a las dignidades académicas y sus autoridades magníficas amarillentos códices, así como otras prevenciones que parecen amenazar lo consabido, lo impuesto o lo incontestable.

ChatGPT, capaz de generar un discurso coherente sobre cualquier materia, a partir de la información vertida en Internet y las conexiones relacionales de sus datos, ha sido visto por una nutrida parte de la comunidad científica, empresarial, académica y/o cultural, como una amenaza, ya que, dicen, puede transmitir como veraz lo que solo es verosímil o meramente coherente, creando una red informativa y de convencimiento social falsos que, además, será capaz de adecuar las respuestas a las expectativas de quien pregunta.

Ante una realidad así (nada nueva en cuanto a su naturaleza, pues la Inteligencia Artificial está siendo utilizada con múltiples usos científicos, médicos, culturales, industriales o de otro tipo, desde hace décadas), ese nutrido grupo de científicos de todo el mundo, expertos y magnates de la industria tecnológica, han pedido formalmente una moratoria en el desarrollo de la Inteligencia Artificial generativa. Este intento de adecuar la humanidad a la tecnología, y no al revés, ha sido contestado con no menor contundencia por otra facción, también científica y empresarial, que aboga por continuar con la investigación y la innovación en ese campo, dedicando más atención, en paralelo, a la definición ética de los horizontes éticos y políticos de esa tecnología, contemplando en su desarrollo variables como los derechos humanos, la economía, la democracia, la igualdad, la inclusión, la ciudadanía, la paz o el poder.

Al margen de la profunda y extensa discusión que, sin duda, requiere el asunto, y cuyo contenido excedería, tanto en complejidad técnico-científica como en extensión, lo que este artículo es capaz de abarcar, el amedrentamiento ante el desarrollo generativo de la Inteligencia Artificial, porque no de otro modo pueden llamarse esas peticiones de paralización o demora de la investigación, viene a poner a la sociedad actual -otra vez en la Historia- frente a su propia incapacidad para autocomprenderse y enfrentar los desafíos que ella misma plantea.

Copérnico, Newton, Darwin o Einstein, emergen deslumbrantes de los libros de una historia de la Humanidad que, al tiempo, oculta o disfraza discretamente los rechazos y conjuras, y la ruindad social, que tuvieron que afrontar sus logros, propuestas y descubrimientos antes de que la evidencia y el tiempo alzasen sus investigaciones al lugar que les corresponden. Los rechazos a los avances científicos y sociales de todo tipo, salpican las páginas del Pensamiento Humano, ensuciándolas sobre todo con las babas, las admoniciones y los infiernos de dioses de todo tipo, pero también, como es el caso de la Inteligencia Artificial, con los oscuros nubarrones del dios del miedo, el más peligroso y paralizante.

Ojalá el desarrollo de las herramientas tecnológicas que pueden hacer más cálida, accesible y fraternal la vida de todos, como la Inteligencia Artificial generativa y los algoritmos autorelacionales, puedan derribar los muros de incomprensión, los espurios intereses y el miedo a los espejos con que se ha estrellado a lo largo de la historia de la humanidad la Razón, el Pensamiento y la Ciencia. Lograrlo es una simple cuestión de inteligencia.

Ángel González Quesada

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