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José Luis Retana preside por 1ª vez la renovación de la consagración de las religiosas diocesanas
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CIUDAD RODRIGO | RELIGIÓN

José Luis Retana preside por 1ª vez la renovación de la consagración de las religiosas diocesanas

Actualizado 02/02/2023 20:44

En el marco de una eucaristía en el Convento de las Madres Carmelitas

Como cada 2 de febrero (40 días después de Navidad), la Diócesis de Ciudad Rodrigo celebró en la tarde del jueves la Fiesta de la Presentación del Señor, recordando que María y José presentaron a Jesús en el Templo cuarenta días después de su nacimiento. La conmemoración en la Diócesis Civitatense tuvo lugar en el Convento de las Madres Carmelitas, ya que de forma paralela se celebró como es habitual la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, que este año ha tenido como lema Caminando en esperanza. De este modo, hasta las Carmelitas acudieron hermanas de los otros institutos de Vida Consagrada existentes en la Diócesis.

En la actualidad, se cuenta con 29 consagradas de vida contemplativa en ese convento de las Madres Carmelitas Descalzas de Ciudad Rodrigo, y en los de las Franciscanas de la Tercera Orden Regular de San Francisco de El Zarzoso, y las Madres Agustinas de San Felices de los Gallegos. Asimismo, hay otras 45 religiosas pertenecientes a 8 institutos de Vida Consagrada: Misioneras de la Providencia, Compañía de Santa Teresa de Jesús, Hijas de la Caridad, Siervas de María, Hermanitas de los Ancianos Desamparados, Congregación Apostólica Marta y María, Agustinas Hermanas del Amparo y Carmelitas de la Caridad de Santa Joaquina de Vedruna.

La celebración en el Convento de las Carmelitas consistió en una eucaristía presidida por el Obispo José Luis Retana, quién estuvo acompañado por varios sacerdotes más: Manolo Peláez (capellán de las Carmelitas), Ángel Olivera (delegado diocesano para la Vida Consagrada), Rafael Caño, Tomás Muñoz Porras, José Manuel Carballo, Joaquín Galán y Víctor Manuel Sevillano.

Como arranque, el Obispo y esos sacerdotes se dirigieron a la parte trasera del templo, para realizar el rito de encendido y bendición de los cirios (se repartió una vela a cada asistente), antes de volver al altar para el resto de la misa, donde como es tradición se produjo la renovación de la consagración por parte de las religiosas diocesanas. La eucaristía fue animada con sus cantos por las hermanas Carmelitas.