En la timidez de la luz
La luz se vuelve tímida y huidiza. Se va esfumando lentamente dejando aparecer algunos brochazos luminosos en el cielo, poca cosa, tan sólo unas formas indeterminadas que asoman entre marañas de grises profundos o perlas desvaídas.
La calle sigue su ritmo, su vaivén de coches y semáforos, sus permisos y prohibiciones, y los transeúntes se apresuran a cruzar antes de que acabe el guiño luminoso.
Ella se baja del autobús con el libro abierto a unas treinta hojas del final.
Lo sostiene con firmeza entre las manos, tan grueso, pesado, interesante, vivo, mientras deja mecer sus últimas páginas siguiendo los pasos de sus botas marrones, el aleteo de su gabardina larga y crema desabrochada, el tintineo de su bandolera al hombro, concentrada en la lectura de la página posada sobre tantas hojas, sobre tantas interesantes propuestas, sobre tantas palabras impecablemente colocadas en hileras con sus márgenes pulcramente blancos para dar aire a la imaginación que tan activamente se sumerge en la historia.
Sigue leyendo sin dejar de abrazarlo con la mirada, atenta, ensimismada, detrás de los cristales de sus gafas con sus ojos de veinte años y su pelo rubio recogido en lo alto, zancada a zancada, bajo la luz mortecina de las farolas recién iluminadas, absorta, siguiendo las aceras diarias de las que, seguro, sabe cada línea, cada baldosa, cada pisada.
Asombra que su móvil guarde silencio allí, en el fondo del bolsillo. Permanece callado, respetuoso ante tanta concentración de su dueña en otros menesteres.
Al llegar al paso de cebra, levanta la mirada y cruza hasta alcanzar la otra orilla, y allí vuelve su vista a la tarea.
Sorprende tanta devoción, impacta ver su imagen deslizándose entre el atardecer, es un placer observar tanta fortuna: el contacto de sus palmas con las tapas del libro, el de sus dedos en la esquina de la hoja para pasar página, el sonido del papel en sus oídos absortos al bullicio de la calle, el entusiasmo de su mirada devorando las escenas que se describen, las sinapsis de sus neuronas emocionadas con la trama, con las nuevas palabras…
Mientras tanto, los automóviles siguen sus vertiginosos recorridos y las luces artificiales empiezan a dibujar la tenue sombra de la chica sobre la acera.
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