Reflexiones sobre la serie “Enemiga del pueblo”

No soy ningún apasionado del género serie; solamente sigo alguna, excepcionalmente, cuando mis compañeros de plataforma o la misma plataforma insisten en el buen nivel cinematográfico y socialmente interesante de la misma. Como la serie finlandesa “Enemiga del pueblo” a la que me referiré en estas líneas.

Para los lectores que no la han visto, ni posiblemente la verán, resumo el argumento, como encuadre de estas reflexiones:

“Una joven periodista de un periódico finlandés escribe un artículo crítico sobre un famoso futbolista, ídolo de numerosa juventud, al que la periodista describe no tan ideal: en el artículo sugiere incluso que podría formar parte de un grupo de altas finanzas de naturaleza no demasiado clara. Los lectores reaccionan emocionalmente contra la periodista que pone en duda la honradez del gran deportista: la convierten en “enemiga del pueblo”. Días después de la aparición del artículo el gran futbolista aparece muerto en su chalet de Barcelona.

Respaldada con dudas por su periódico, la joven heroína sigue la investigación de ese crimen y de su relación con la red de personajes del mundo financiero y con el gobierno local de la ciudad natal del futbolista, unidos en un negocio común. Con su trabajo, la periodista pone en riesgo su profesión y su vida”.

La serie subraya con eficacia dos focos: por una parte, la condición humana, igual en esencia en todo tipo de sociedades, con la avidez patológica en la acumulación de dinero, como una de las características más destructivas del tejido social. Y en el otro foco está la prensa, unida indisolublemente con el derecho a la libertad de expresión e información, que cada vez encuentra más obstáculos en su labor independiente y libre de presiones económicas y/o políticas.

La serie “Enemiga del pueblo” describe con gran claridad cómo los sistemas democráticos tienen “de facto” grandes limitaciones en la defensa de las leyes consensuadas y en la influencia del poder de algunos grupos financieros. Lo que varía, entre unas sociedades democráticas y otras es el nivel de disfuncionalidad entre “los poderes fácticos” y el Estado; en las democracias más frágiles la libertad de prensa es sometida a mayor presión y control, pero las democracias más consolidadas (como las nórdicas) no están exentas de dificultades en la tarea.

La gran virtud de estas democracias avanzadas aparece (como entre muchas otras áreas muestran en sus series televisivas) en el grado de libertad de la prensa y en la mayor conciencia social en la defensa de los principios democráticos.

Series como “Enemiga del pueblo” son un sano ejercicio para un país que decide mirarse en el espejo de los relatos ligados íntimamente a los hechos que les conciernen.

Tampoco parece casual que los guionistas de la serie hayan elegido una mujer en el papel heroico de la profesional que defiende hasta el final sus principios. En la actualidad, en muchos lugares de nuestro planeta las mujeres están en la primera línea de lucha en la defensa de los derechos y libertades.