El sábado para el hombre

Hoy no habrá periódicos en el quiosco, aunque probablemente sí encuentren pan. Igual que en Nochebuena y en Nochevieja, en la noche del Viernes Santo no se cierran apresuradamente ediciones, no hay reunión para decidir la portada, no se encajan titulares ni se aprietan columnas. Es por tradición más que por convicción o por convención, pues ustedes sí están leyendo ahora un periódico actualizado en Sábado Santo, desde esa flexibilidad, en el fondo más absorbente para el periodista, que el viejo camino de la redacción a la rotativa y, de ahí, al quiosco. Llegamos a su teléfono móvil, o a su ordenador, en un día de fiesta. Una vez más, lo tradicional hace mejores migas con la justicia que las convenciones en este tiempo de convicciones cambiantes.

Si los lunes hay mercado de ganados, los martes papeles de quilates poéticos, los miércoles algún partido cuando no había fútbol a diario, los jueves fiesta universitaria y los viernes estreno en los mejores cines, el sábado, y este “grande y santo Sábado” más que ningún otro, es un día para el hombre. No porque recoger espigas para subsistir, como hicieron los discípulos de Jesús, el que curó en sábado, sea un grito contra la ley establecida, contra la religión rígida, contra la norma impuesta, sino porque se nos ha desvelado un nuevo descanso en el que necesitamos reposar. Cansados y agobiados, acudiremos a Él, donde también hay carga y yugo, porque el descanso en este mundo no es la nada, sino lo cotidiano abierto a la vida después de la muerte. Más que ningún otro sábado, lo esperamos en este que, como ocurrió en el Mar Rojo, une las orillas del Santo Entierro y la Resurrección.

El Señor del Sábado, Jesús de Nazaret, es ante todo el Señor del tiempo y de la Historia, ya que en su Pascua que estamos recordando viene a rescatar lo pasado y a volver hacia su Cruz elevada todo lo que estaba por venir. La libre respuesta a ese signo es, en sí misma, todo un largo sábado para el hombre, que camina entre gozos y dolores, necesitado de espigas y de curaciones en todo momento y lugar. Con una de sus manos, atravesada por un clavo, tira de los justos que dormían; con la otra, igualmente herida, señala, enseña, espera, recoge, sirve.

Vueltos a Dios, al Cristo que vuelve a la vida como lo imaginó y plasmó Venancio Blanco saliendo de su ser y estar yacente, con la mirada ya en el Cristo Resucitado, grácil y triunfante, que prepara hoy en su paso la Cofradía de la Vera Cruz, esperamos, con el prefacio eucarístico, “el domingo sin ocaso en el que la humanidad entera entrará en tu descanso. Entonces contemplaremos tu rostro y alabaremos por siempre tu misericordia”.

En la fotografía, los capiteles del Corrillo alusivos a los días de la semana.