La guerra ya no es algo del pasado

La mañana del 24 de febrero de 2022 ha sido de esas mañanas en las que jamás nos gustaría amanecer. Hablo en primera persona, pero seguro que esta sensación se extienda a la mayoría de personas que nos esté leyendo. La madrugada de ese nefasto día, un día que por desgracia será recordado por mucho tiempo, el dirigente ruso Vladimir Putin invadió Ucrania comenzando lo que, después de casi un mes, se ha convertido en una amenaza para toda la población mundial. Un suceso que ha desencadenado un aluvión de desastres, dolor, impotencia y sobre todo tristeza. Un suceso que hace que nuestra esperanza en la humanidad desfallezca y que nos hace plantearnos si este es el mundo que queremos dejar a las futuras generaciones, vil y destructivo.

Los que hemos crecido viendo el terror en el rostro de nuestros abuelos cuando hablaban de cualquier “guerra” hemos temido por ella, pero nunca habíamos alcanzado a ver la magnitud que eso conlleva. Cada foto, cada noticia, cada testimonio, cada suceso son puñales clavados en lo más profundo de cada uno de nosotros. Lo que se vive en Ucrania es una situación difícil de sostener, que está afectando a toda la población civil, donde entran ancianos, discapacitados, personas con enfermedades, niños y bebes, personas sin techo y toda la esfera más vulnerable de una sociedad. Han sido obligadas a ver la muerte en sus calles y se encuentran intentando conseguir una huida desesperada hacia algún lugar que les permita sobrevivir, aunque sea sin nada.

Por otro lado, estamos nosotros, una Institución que vive por y para los demás, que no desfallece en el intento y que lucha cada día por mejorar la situación de los más vulnerables. En una mañana así vemos todo aquello por lo que luchamos cada día se desvanece en tan solo unos instantes. Aun así, seguimos con nuestra labor, intentando ayudar de las mejores formas posibles.

En Ucrania, se han habilitado 11 centros para acoger y satisfacer las necesidades básicas de los refugiados. El país ya contaba con 36 centros de Cáritas. Las parroquias y equipos de Cáritas de las zonas de frontera, por otro lado, están movilizando todos sus recursos para alojar a los desplazados. En los países de los alrededores también es muy necesaria la ayuda para poder acoger a todos los refugiados que llegan huyendo del conflicto.

Aunque no lo creamos, desde nuestra ciudad Salamanca, se pueden hacer muchas cosas para ayudar a estas personas y mejorar su situación. Se ha pedido a los posibles donantes que, si desean colaborar, lo hagan mediante donaciones económicas y no en especie. Cáritas Salamanca ya está enviando las aportaciones económicas, de tal forma que, desde el terreno, puedan destinarlas a lo más urgente. Por otro lado, las personas particulares que deseen ofrecer viviendas o colaborar como voluntarios, pueden hacerlo a través de los medios habituales: acudiendo a la sede (C/Monroy 2, o por teléfono, en el 923269698).

María Regadera Martín.