La presión ejercida mediante la actividad cinegética parece haber dado sus frutos, tal y como se pretendía desde la administración
Definitivamente, la temporada de caza 2021-2022 no ha podido ser peor, superando incluso la anterior. A una mala temporada de menor, con una importante disminución de las poblaciones de perdiz y liebre, además de lo irregular que ya nos tiene acostumbrados el conejo, ahora se suma el jabalí, especie que ha proliferado como ninguna otra en los últimos años pero que ha sufrido un descenso considerable de individuos.
La presión ejercida mediante la actividad cinegética parece haber dado sus frutos, tal y como se pretendía desde la administración. Las piaras de cochinos han bajado considerablemente, lo que se espera redunde en beneficio de la caza menor, se produzca un descenso de accidentes de tráfico y sirva de freno a enfermedades como la tuberculosis bovina.
En las zonas consideradas jabalineras, los resultados obtenidos en las cacerías colectivas, monterías y ganchos han estado por debajo casi siempre de las espectativas. La autorización de un número mayor de cacerías en los cotos, así como la reducción de caza menor, ha supuesto una mayor presión venatoria para el jabalí, lo que se ha traducido en una reducción importante de ejemplares.