“Entre la vida inmortal de la vida
y la muerte inmortal de la historia
hoy es cualquier día”.
OCTAVIO PAZ, ‘Lauda’, en Homenaje y profanaciones (1960).
Se ha conmemorado el pasado 27 de enero, el aniversario de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz, y a esa fecha se ha dedicado el Día de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto, una conmemoración institucionalizada que, como tantas, a pesar de la importancia de la rememoración que propone, delimita, encuadra, empaqueta y manufactura lo que significa el Holocausto, limitándolo a la memoria del horror de los campos de exterminio nazi y a las víctimas que allí sufrieron el horror del fascismo asesino.
Sin embargo, muchos estudios históricos e investigaciones, convenientemente obviadas, cuando no ocultadas por lo que podríamos llamar “la memoria oficial”, olvidan o marginan el recuerdo a otros aspectos del llamado Holocausto, tanto o más horribles y censurables como los campos de exterminio, cuales son los asesinatos masivos, los guetos, las violaciones, las torturas y los inacabables sufrimientos que tuvieron lugar en los países ocupados por las tropas hitlerianas o, también, en aquellos países cuyos gobiernos colaboracionistas con el nazismo tuvieron un comportamiento tanto o más criminal y asesino como el del totalitarismo alemán.
La historia de la Europa del siglo XX, y especialmente la de la Segunda Guerra Mundial, ha sido transmitida a las generaciones posteriores como un constructo cerrado en el que solo dos categorías, la civilización y la barbarie, parecen ser únicos centro y clave de los acontecimientos históricos, primando la narración belicista de la victoria y la derrota, pero que sus circunstancias concretas, sus detalles exactos y la complejidad de la misma historia de Europa, han sido convenientemente identificadas, adjudicadas y etiquetadas junto a nombres concretos, no solo de países calificados como “malos” o “buenos”, sino, incluso, asociados con baratura a la biografía de personas concretas (Hitler, Churchill, De Gaulle, Franco, Milosevic, Stalin...).
El Día de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto debería incluir la memoria del verdadero Holocausto que tuvo lugar en muchos países de Europa no solo durante los años de la Segunda Guerra Mundial, sino en los años inmediatamente anteriores, en los que tanto el antisemitismo como el anticomunismo, la persecución de las minorías y las diferencias sexuales, el racismo, el machismo patriarcal o el belicismo inculcado en la enseñanza y apoyado en gran medida por gobiernos y parlamentos, propiciaron un elevadísimo número de víctimas, que se vio multiplicado cuando la hegemonía militar alemana dio alas a las ínfulas, comportamientos y prácticas totalitarias y fascistas de muchos gobiernos satélites y autoritarios, a los que la historia hoy, con demasiada facilidad, absuelve u olvida.
También en los años posteriores a la gran conflagración europea de los años cuarenta del pasado siglo, las ejecuciones sumarias, los asesinatos masivos, los campos de concentración, las venganzas, las persecuciones, los robos y las represalias, o la imposición armada de vencedores y golpistas (entre ellos el criminal franquismo español o el stalinismo soviético), fueron responsables directos de asesinatos y sufrimientos sin límite en países y territorios que esa historia oficial europea, sin embargo, sitúa en los anales del lado bueno de la Historia.
Sin menospreciar en absoluto la importancia del reconocimiento a las víctimas directas del nazismo en la Soah, y con el máximo respeto a un pueblo como el judío, que sufrió más que ningún otro la inquina y el odio asesino del nazismo del Eje, el recuerdo, la rememoración, la clarificación y la información sobre los millones de víctimas de un Holocausto mucho más amplio tanto en personas como en lugares, debiera ser asignatura de obligado conocimiento y reconocimiento para quienes desean realizar un verdadero y auténtico homenaje de reconocimiento a las Víctimas del Holocausto.
El Día de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto, por la importancia internacional que adquiere y la particular emoción, respeto y reconocimiento con que el homenaje se realiza en algunos países europeos, deja una vez más en dolorosa evidencia la ausencia total de reconocimiento institucional, y ni siquiera social, a las víctimas de un franquismo fascista y asesino que se impuso a sangre y fuego provocando una guerra civil de lacerante memoria, que se extendió durante varias generaciones, y cuyos crímenes, persecuciones y crueldades rezuman todavía en las fosas y cunetas donde muchas de sus víctimas no han podido ser ni nombradas, y donde sus responsables, cómplices, herederos o rentistas, en pleno siglo XXI todavía se pasean altivos, dominadores y dueños, mientras con su desdén y a su espalda el mundo conmemora el Día de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto.
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