Anábasis: Victorino García

La exposición fotográfica Una mirada comprometida de Victorino García Calderón, emplazada en el DA2 de Salamanca, nos muestra ante todo una premisa que ha seguido su artífice durante su recorrido vital y sus cincuenta años de labor como fotógrafo; se trata de esa conjunción entre ética y estética, entre consecuencia personal y compromiso social, y entre el arte y la vida que son indisolubles para este educador de la mirada. La exhibición reúne un total de ochenta fotografías de diversas series que evidencian su versatilidad como productor de instantáneas.

El retrato de personajes, el reportaje gráfico, los bodegones, la documentación de espacios y de la naturaleza destacan entre los múltiples géneros en los que ha incursionado, pues para Victorino la fotografía yace siempre en la mirada de quien dispara el obturador y no en la máquina, que es solo la herramienta para producir. Apreciamos entonces una fotografía con profundas raíces humanas, donde el aliento vital está presente incluso cuando no se percibe, en los espacios inhóspitos y hostiles.

Por su parte, la serie Cruce de miradas propone un juego visual donde destaca la alternancia de múltiples plano-secuencias; el artista fotografía a sujetos que nos miran, los cuales a su vez están siendo observados o son retratados, reuniendo así diversas visiones en un solo encuadre. Dicha movilidad también se encuentra en el conjunto titulado Nosotros-gente; nuevamente el stalker documenta a figuras que ya están siendo examinadas, aunque en este caso también busca la peculiaridad del momento, ese llamado punctum[1] enunciado por Roland Barthes que demanda la intencionalidad de capturar el instante preciso.

El interés por diseccionar la naturaleza para descubrir su esencia yace en la serie Naturaleza viva, donde Victorino retrata las plantas de manera casi científica, llegando a generar equívoco por la extrema pulcritud de las formas. El creador intenta demostrar que la belleza es una parte intrínseca de la vida, incluso de sus formas más simples. En ese intento, la depuración visual de estas imágenes lo hacen navegar en los predios de la fotografía abstracta. También sus Bodegones retoman ese gusto por formas caprichosas e insospechadas, presentes en objetos propios de nuestra cotidianidad que normalmente pasamos por alto.

Pero hay una preocupación que recorre la obra de Victorino García: el rescate de un pasado necesario en medio de una contemporaneidad convulsa, signada por el consumismo y los intereses y ganancias personales de unos pocos ante la adversidad de tantos. Esa disposición ha sido parte de su activismo personal y su labor como educador visual de jóvenes generaciones. Su serie Mundo que se nos va escudriña un pasado que intenta sepultarse. Son de especial carga emotiva las instantáneas de la antigua cárcel de Salamanca, hoy reformulada en el centro de arte contemporáneo donde se exhibe, precisamente, su obra. El conjunto de fotografías destaca por su lirismo; el artista con su peculiar manera de retratar estetiza las ruinas y las dota de un hálito de misterio.

El recorrido que propone Una mirada comprometida deja entrever un trayecto vital igualmente consecuente. El artista, y ante todo el Hombre, ha estado en constante interacción con su medio y su tiempo, en intercambio con el paisaje y las tradiciones de su tierra y de otros puntos de la geografía que ha visitado. Su afortunado encuentro con la fotografía, lo ha llevado a entender el arte como conocimiento y a descubrir esa cualidad liberadora, intentándola transmitir como maestro.

Victorino García habla con organicidad de imperialismo, de globalización uniformadora y a la postre, destructora. En medio de tanta complacencia, una voz como la suya puede resultar incómoda aunque inevitablemente necesaria. Las bases de su compromiso descansan en la verdad, en rescatar voces desoídas y en usar la fotografía como un medio para redimir y empoderar.

Maeva Peraza

[1] Roland Barthes. La cámara lúcida, Paidos, Barcelona, 1980.