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Chile en el corazón
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Chile en el corazón

Actualizado 15/01/2022 09:38

“España, cristal de copa, no diadema,

sí machacada piedra, combatida ternura

de trigo, cuero y animal ardiendo”.

PABLO NERUDA, ‘España en el corazón’, en Tercera residencia, 1936-37.

El pasado 19 de diciembre, después de un tenso proceso electoral a representantes parlamentarios, y en marcha el procedimiento de redacción de una nueva Constitución, con una creciente participación social, Gabriel Boric se convirtió en presidente de la República de Chile, paso gigantesco en el arduo proceso de superación de la dictadura pinochetista y autogalardón de dignidad, orgullo y soberanía que alza el pueblo chileno en una (otra) demostración de que la fuerza y la conciencia ciudadana de igualdad, integración y justicia, ha conseguido, a pesar de los cantos de sirena del lampedusismo neoliberal, obsequiar a su país. El pueblo chileno sigue siendo ejemplo de coraje y dignidad para el mundo entero.

No extraña el acostumbrado lamento reaccionario de gran parte de la prensa y de la clase política españolas, que ha manipulado, ocultado, tergiversado y enseguida silenciado el esperanzador amanecer en el país andino, porque el triunfo de la izquierda, la auténtica izquierda y sus programas sociales en las elecciones legislativas y presidenciales de Chile, deja en evidencia la baratura charlatana de los postulados neoliberales economicistas españoles. Un triunfo que denuncia la injusticia y la desigualdad, declaradas ahora por fin intolerables en Chile, pero que, a juzgar por el alud de comentarios, editoriales, opiniones y declaraciones de los vividores de la política en España, parecerían formar parte indisoluble de esta suerte de seudodemocracia en que se vive en este país.

El triunfo de los luchadores por la igualdad en Chile, al igual que antes en Perú, en Ecuador o en Argentina, todos ellos también ninguneados y despreciados por cierta política y prensa españolas, significa un eslabón, trascendental, en la progresiva escalada de la razón democrática y la justicia social en el ejercicio de la auténtica soberanía popular que, de momento en América Latina y asomando ya, a pesar de algún fascismo rampante, por el peso de la evidencia en algunos sondeos y elecciones parciales en Europa, irá poniendo en el lugar de la Historia que merece, el rincón de la indignidad, a esa parte dominante caudillista, circense, manipuladora y mentirosa de la política española.

Tanto la redacción de una nueva Constitución, que supere el pinochetismo y las dinámicas totalitarias que perviven todavía en muchos de los engranajes sociales chilenos, como los igualitarios y redistribuidos programas educativos, sanitarios y sociales que el nuevo gobierno anuncia aplicar, y que en ocasiones reorientarán ciento ochenta grados las privatizaciones, monopolios, disparidades e injusticias actuales en tan capitales asuntos, han sido anatematizados, maldecidos e insultados por las estructuras rentistas que, en nuestro país, hacen caja, precisamente, con la educación, la sanidad y los servicios sociales.

También, y no menos importante, la elección directa del presidente de la República, por votación popular que subraya, identifica y respeta la auténtica soberanía del pueblo, deja en evidencia la aberración que significa, en un país como España, que se quiere moderno, la pervivencia de una institución atávica, inútil, paralizante, inservible, insultante, impuesta e inelegible como la monarquía, que convierte de facto a los españoles en súbditos, condición que parecen apetecer y reverenciar esos dos “poderes” tan influyentes en la sociedad española, la política y la prensa (salvemos aquí alguna excepción), y que paraliza la ya inexcusable revisión constitucional y las reformas imprescindibles de multitud de leyes que consagran y certifican la desigualdad.

Cuando el 11 de septiembre de 1973 el presidente electo de Chile Salvador Allende fue asesinado por el fascismo mientras defendía la legalidad democrática y la dignidad de su pueblo, muchos de los “demócratas” españoles de hoy no abrieron la boca para defender su gesto ni la democracia de aquel país, ni siquiera para criticar el criminal golpe de estado de las tropas del infausto Pinochet. Aquel silencio español, prolongado en toda la dictadura en Chile y mantenido durante los gobiernos reaccionarios herederos del fascismo pinochetista, resulta hoy estruendoso y escandalosamente indigno frente al triunfo de la auténtica democracia popular en Chile que ha dado el triunfo al candidato del pueblo. Un silencio despreciable, indecoroso y mezquino que a algunos nos avergüenza porque , frente a la victoria insoslayable del pueblo chileno, frente a las emocionantes batallas libradas y ganadas por las mujeres chilenas movilizadas por la igualdad y la justicia social durante meses, frente a la fuerza y determinación de los mineros chilenos y otros trabajadores en lucha constante, frente a la indesmayable voluntad de los estudiantes solidarios de Santiago, Talca o Valparaíso, en lucha por el reconocimiento del valor de su propia educación y la cultura de su país, frente a todas las fuerzas ciudadanas que al final han dado la presidencia a Gabriel Boric, en este país sigue copando portadas el último bulo periodístico y titulares el penúltimo besamanos en palacio.

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