Cielo sin nubes
Una mujer divorciada se escribe cartas a sí misma
Querida,
Fue conocer a la esclarecida persona que sería tu pareja y a nada se precipitó una historia de amor, que nació herida de tiempo y con fecha de caducidad, como casi todas, aunque tú hubieras jurado que la vuestra era especial, distinta, única. Basabas tan subjetivo juicio en que aún tratando de disimular el influjo de su presencia, el simple roce de su mano desencadenaba una avalancha de sensaciones desconocidas que rompían en tu pecho. Y al ser novicia en aquellas lizas te fuiste volviendo de viento, como hecha de aire, lo que no fue impedimento para que le venerases y le dieses culto de latría. ¿Acaso en tus pupilas no lucían las promesas de un futuro mágico? ¿Cómo sospechar que estaba lastrado con una muchedumbre de carencias emocionales?
Respetando tus pesares
Tú
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