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El sueño caballeresco de la vida y los monstruos del sueño de la razón
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El sueño caballeresco de la vida y los monstruos del sueño de la razón

Actualizado 14/12/2021 16:16
Juan Ángel Torres Rechy

En los momentos de esparcimiento, cuando me encuentro liberado de mis deberes laborales o de cualquier otro tipo de compromisos, siempre me ha gustado dar paseos en las ciudades donde me he encontrado. La literatura en torno al paseo de la caminata como una práctica para liberar al pensamiento de los asuntos graves del día a día, o como actividad de ocio donde se fecunda la creatividad, abunda en la bibliografía de nuestras bases de datos. En Salamanca, la práctica del trote deportivo se lleva a cabo con cierta regularidad en espacios como el de las Salas Bajas, a lo largo del Río Tormes, o en general en otros espacios deportivos de la ciudad, y si bien esto evidentemente no es lo mismo que la caminata, en cierta medida se puede equiparar, aunque sea en el sentido de tener como motivación la práctica de una actividad recreativa donde recorremos parte del lugar donde nos encontramos y nuestro pensamiento se puede relajar, para cederle el espacio a otro estado de ánimo menos atareado con el devenir cotidiano y más expuesto a la novedad de la inspiración nacida del instante inesperado. Como lo señalo al inicio, a mí me gusta la práctica del paseo libre, sin un destino fijado de antemano, procurando recorrer lugares abiertos al contacto con la naturaleza, como un parque vivo en el centro de la ciudad. No obstante, en ocasiones esos recorridos se encuentran con sorpresas desagradables donde el ser humano pierde su categoría de hijo de Dios y se reconoce más bien como un monstruo de Goya.

Actualmente, en la presidencia de Andrés Manuel López Obrador, en México, se está poniendo énfasis en la corrupción. El pueblo español, así como el mexicano y muchos otros pueblos más conocen el significado de la corrupción. No hace falta recurrir al Diccionario de la Real Academia Española para reconocerla como la utilización de las funciones y medios de las organizaciones en provecho propio. La corrupción, se ha llegado a decir públicamente en la política mexicana del pasado, forma parte de la cultura nacional. Amado Nervo en su columna Las influencias, recogida en Fuegos Fatuos y Pimientos Dulces, lo ha dicho de un modo tal que me descarga del deber del columnista de abundar más en estos preámbulos.

Son dignos de compasión esos jóvenes que se queman las pestañas estudiando e invierten sus ahorros en libros. ¡Qué van a hacer con su ciencia! La ciencia les cerrará el camino de todas las prosperidades.

Saber es, hoy por hoy, una vergüenza, un insulto perpetuo a los no-cerebrales. Sólo una cosa hay que saber: caer en gracia, que, según el vulgar proloquio, vale más que ser gracioso.

Cayendo en gracia llueven las influencias y la influencia —siguen diciendo los filósofos en cuestión— es en este país la palanca de Arquímedes.

No hace muchos días me di de frente con la corrupción. Se trató de un hecho no escandaloso en la esfera social de Xalapa, Veracruz, no apareció en los periódicos, ni constituye materia sustanciosa para los noticieros de las ocho de la noche, pero me dejó afectado, con su miseria intragable me golpeó en la frente y me dejó sorprendido de la mezquindad y la malicia humana incluso en los asuntos menores.

La moneda mexicana es el peso. Un peso equivale a 0,040 euros aproximadamente. Se necesitan unos 23 o 24 pesos para sumar 1 euro. Pues bien, haciendo una de mis caminatas en el casco histórico de mi ciudad, en un parque que no fue el Parque Juárez, sino otro, un día al pagar la tasa de 1,5 pesos para usar los lavabos la señorita se hizo la sueca con el recibo del pago. Yo atribuí ese despiste precisamente a eso, a un posible despiste. Mas otro día caí en la cuenta de lo contrario. La estrategia de no entregar el recibo, o de excusarse con la supuesta disculpa de no tener 0,5 pesos para devolver el cambio completo del uso del servicio, forma parte de su inmundo comportamiento.

La tasa de 0,5 pesos no representaba en ese momento ninguna pérdida para mi economía. No dependía de ese valor para realizar ninguna otra operación. Pero ser testigo de esa ruindad de esa pobre señorita de gesto hosco y mirada muerta me afectó. Vi en ella a una parte de mi país, a una parte del mundo, a una parte de la historia del hombre, a una parte del futuro al que se enfrentarán nuestros hijos, si los poderosos del mundo no se han encargado de acabar con el mundo. La señorita me señaló los cincuenta centavos en la mesa con un ademán insufrible. Un olor a azufre se desprendía de su ser.

El sueño caballeresco de la vida y los monstruos del sueño de la razón | Imagen 1

Un Goya en Xalapa, Veracruz, a inicios del 2021

Estas cosas, en el lenguaje de las letras, se llama plagio. La reescritura ha sido una práctica recurrente en nuestra literatura española. En la Antigüedad, incluso la idea de originalidad tal como la concebimos hoy en día no existía, se veía como un acto natural y aceptable, o como un acto no sujeto a ninguna sospecha ni a ningún cuestionamiento, la reproducción de un objeto anterior, con base en elementos propios. Pero actualmente no podemos seguir rigiéndonos por esos criterios de antes. Los usos y costumbres actuales tienen un valor distinto. El cultivo de la moral, como siempre, resulta necesario. Esa pedagogía no puede faltar en la formación de las criaturas de la década presente. Esa enseñanza, esa fuente de reflexión, no puede ausentarse de las conversaciones entre mayores y menores. La moral nunca habrá terminado de forjarse mientras sigan existiendo generaciones nuevas.

Por consiguiente, a todos ustedes que se benefician del lucro de los demás o a expensas de una institución pública, a todos ustedes enviando WhatsApps a escondidas de la mirada de sus hijos, a escondidas de la mirada de sus parejas, a todos ustedes enredados en la maraña de la existencia, los saludo con todo respeto y con distinción. Una amistad ha no mucho tiempo ha señalado a intransferible necesidad de interrelacionarse con la inmundicia cuando se ocupan ciertos cargos públicos. Lamentablemente, lo creo cierto, seguramente así ha sucedido siempre. Mas como pecaré de idealista y de romántico, de persona ajena a los dominios del reino de este mundo real, a pesar de ser yo el primero en caer en la falta del honor a la dignidad del ser humano, los invito a ustedes mujeres y hombres estafadores, lucradores, como la señorita de los servicios públicos del parque xalapeño, a leer esta columna y a mirarse de frente en el espejo. Sin lugar a dudas les gustaría dejarse caer en los brazos del amor y volver a ser unas personas íntegras, enteras, de una pieza, liberados como el Minotauro de Borges en la Casa de Asterión, en una realidad mágica como la de los niños donde el sueño caballeresco de la vida no se confunda con los monstruos del sueño de la razón.

Xalapa, Veracruz, México

11 de diciembre de 2021

Juan Angel Torres Rechy

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