Bárcenas, al Ministerio de Hacienda

(Sancho Panza en el capítulo LX de la segunda parte de El Quijote)

Se habla de doble contabilidad del Partido Popular a propósito de las declaraciones de Luis Bárcenas ante los tribunales, pero más bien se verá que es triple, a poco que se piense. Está en primer lugar la "oficial", la que se ha declarado a Hacienda, más falsa que un duro de madera. Luego viene la que refleja los pagos en "B" a distintos primates del partido, así como las donaciones interesadas de empresarios que proveían esos fondos. Pero, evidentemente, hay una tercera que, de momento, deberíamos considerar definitiva: la que incluiría las mordidas del propio Bárcenas. Éste no aparece en sus papeles, pero sus cuentas en Suiza se alimentan de esa misma financiación opaca. Bárcenas debería aparecer en los papeles de Bárcenas. No siendo así, solo él tendrá en la cabeza los balances globales; él y Dios, suponiendo que exista y se interese por estas minucias. Con el tiempo, quizá los tribunales los lleguen a saber.

Desde luego, llevar el registro de entradas y salidas de esas montañas de dinero de modo concordante y exacto exige una rara habilidad contable y no es menor la ecuanimidad que Bárcenas debió de mostrar en el reparto de distintos sobres a unos y otros, pues no consta que hubiera quejas o conflictos por ello. (De ahí la cita pancesca del principio). Por todo lo cual pensamos que, una vez que Bárcenas se encuentra arrepentido y con propósito de enmienda, sería bueno, por el bien de la Patria, aprovechar sus habilidades y considerar su ingreso como, al menos, asesor directo del ministro o ministra de Hacienda. ¿Quién mejor para prevenir, perseguir y sancionar a los defraudadores que alguien con su larga y acrisolada experiencia como tal? No hay peor cuña?

Por otro lado, mi propia experiencia me induce a hacer esa propuesta. Una de las cosas más raras que he hecho en mi vida fue llevar la contabilidad de cocina en un gran acuartelamiento, cuyo nombre no viene al caso. (Me lo recuerda el XX aniversario de la "mili", en cuya situación hice ese servicio). La doble contabilidad allí era algo de oficio, por así decir, pues las cuentas debían cuadrar a cero no solo a fin de mes, sino cada día. Tantas raciones de rancho = tanto gasto diario. Pero eso era irreal: algunas cosas se compraban cada día (el pan por ejemplo), pero muchas otras no (huevos, patatas, aceite). Había que fraccionar a ojo los gastos para lograr el balance diario. En la contabilidad no debía figurar la compra de, por ejemplo, un bidón de aceite de 20 litros sino la de cinco de cuatro litros durante cinco días. Además, el número de raciones servidas oscilaba mucho de un día para otro y de modo imprevisto, debido a los permisos y otras circunstancias (ya se puede imaginar que se tiraba mucha comida a la basura). Yo no las tenía todas conmigo y, según se acercaba el fin de mes, temía ir a parar a la trena si no lograba esa cuadratura del círulo. Por suerte, no fue así; es más, como acumulábamos un remanente para no pillarnos los dedos, el último día pudimos servir a la tropa un menú con cordero asado, pasteles y vino espumoso.

No quiero decir que este extraño sistema contable permitiera algún desvío indebido de fondos, aunque, como dice Espe Aguirre, yo no pondría la mano en el fuego por nadie. Con esta historia sólo quiero dar una idea de lo difícil que es llevar una doble contabilidad ?no digamos ya triple? y con ello abonar mi propuesta inicial, que someto al Congreso y al Ejecutivo: Bárcenas, ministro de Hacienda.