En mi cuenta de Instagram mencioné a Goya con el mensaje siguiente. Goya nos recuerda cómo somos si olvidamos sus caprichos. Eso lo pensé después de haber visitado la exhibición de sus grabados en la galería de la Universidad Veracruzana Ramón Alva de la Canal, en Xalapa, Veracruz, México. Sus caprichos reflejan de manera satírica la vida de su tiempo de hace doscientos años. Podemos verlos en la página del Museo del Prado https://bit.ly/3aFWl4U En el anuncio del Diario de Madrid del 6 de febrero de 1799 se promocionó sus ochenta estampas señalando cómo habían sido concebidas para combatir los vicios de los hombres y los absurdos de la conducta humana. J. M. Matilla, en su artículo "Caprichos", expone la información anterior y ofrece, como no puede ser de otra manera, un panorama más amplio para el lector interesado. En la página del Prado se encuentra la bibliografía.
Universidad Veracruzana
El mundo resulta terrorífico. Se ofrece para nuestra contemplación un repertorio de escenas donde se pone de relieve una vida paralela de la sociedad, discurriendo no por los cauces de una vida transparente en la aceptación coherente y consecuente de nuestros actos, sino por otros distintos, donde se lleva una vida oculta, incoherente con nuestra imagen ante la sociedad, inconsecuente con nuestras palabras para el mundo. El engaño en los caprichos de Goya se aprecia desde una pluralidad de perspectivas, la avaricia, la gula, la lujuria, la pereza, todo eso de las películas y de las personas de la televisión y de algunos conocidos.
A veces, la literatura nos habla de personajes donde el peso de todo lo de arriba les impide llevar otro tipo de vida. Terratenientes poderosos se hunden en las aguas de sus cauces como en el desierto del Pedro Páramo de Rulfo, delegados del gobierno le dan tierra muerta al pueblo para la siembra como en el comal acalorado del cuento Nos han dado la tierra del mismo autor, juegos de apuestas terminan llevando al delirio a sus apostadores como en la novela corta El gallo de oro del escritor citado. El corazón difícilmente se ofrece como un globo en la plenitud del vuelo pacífico. Cómo va a ser esto, nos preguntamos, en el contexto de la vida ante nuestros ojos.
Autorretrato. Francisco Goya y Lucientes, pintor
Por ahora, no seguiremos adelante en esta exposición sencilla. El tiempo y el espacio de la columna no lo permite. Pero sí concede un párrafo más. El autorretrato de Francisco Goya y Lucientes ofrece en su semblante una expresividad algo severa. Su labio se muestra contraído y se percibe tensión en su rostro de perfil. Él nos está mirando a nosotros. Nosotros somos sus caprichos. Aplaudamos, entonces, si les parece bien, su mirada inteligente y reveladora, y cuidemos si lo conseguimos conservar en su pureza el bien de la capacidad de nuestras manos de expresar con su arte un gesto amable para el mundo. Hoy cuando volví a la galería de la Universidad Veracruzana, me alegré por reencontrarme con un artista con un sentido tan humano de la vida, en un diálogo visual y silencioso como el de los niños cuando descubren una verdad al otro lado de la mentira.
Juan Angel Torres Rechy
6 de febrero de 2021
Xalapa, Veracruz, México
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