Las más jóvenes se hacían su ajuar guiadas por sus madres o abuelas que les enseñaban el arte del bordado
Estos patios vecinales se perdieron hace tiempo y con ellos esa vecindad unida y cariñosa donde se juntaban para sus charlas. Los niños y niñas jugaban en estos patios sin que a nadie le molestasen las carreras o el alboroto.
Por las tardes, las mujeres con sus cestas de costura y todas juntas en verano cosían al fresco del patio. Remendaban pantalones, las culera y rodilleras eran habituales en la ropa de la familia, los calcetines zurcidos eran obras de arte y duraban más que nuevos.
Las más jóvenes se hacían su ajuar guiadas por sus madres o abuelas que les enseñaban el arte del bordado, sus toallas y sábanas bordadas eran trabajos dignos del mejor taller de costura.
Poco a poco cada familia quiso ser independiente y tener su propio patio y así se fue perdiendo esa convivencia, hubo más intimidad pero menos cariño compartido.
FOTOGRAFÍA
Patio vecinal salmantino
(Autor y fecha desconocidos).