Entre diarios de la pandemia, poemas a la soledad de los balcones, odas al confinamiento cruel, dolidos réquiems a los ausentes, sentidos recitados de los clásicos y enternecedores atardeceres con mar y olas, las redes sociales, los telediarios, las páginas de opinión (como esta) y las hojas volanderas rebosan de una suerte de dulces sensibilidades inventadas para la ocasión, literarios azúcares indigestos y talentos sobrevenidos con exceso de levadura. Inducidos todos por la irrefrenable presunción de la trascendencia y favorecidos por una situación con falta de hábito, se ha generado tal cantidad de insustancialidad, explosión tal de ego desatado y sobreproducción de artificial camaradería, que la sospecha, siempre esquivada, de que nuestra talla artística e intelectual, nuestra medida pedagógica y didáctica llegaba solo... donde llegaba, y de que no éramos tan listos como decíamos, se convierte ahora en certeza al ver cuán cerca, y qué mal, llegan las ínfulas que, antes mentidas en papel couché, tarjetones, flyers, videos, amiguetes y dossieres en cuatricromía, nos abrían puertas, y sobre todo bocas, que el más somero repaso hubiese dejado cerradas.
Tal vez estas mismas líneas adolezcan del mal horneado que más arriba se dice y por eso, intentando este espacio servir de correo de la poesía y aportar algún grano de belleza a tanta, tanta vacuidad, se atreve este rincón a transcribir un soneto de la obra de un auténtico poeta que, aunque escrita hace más de veinte años en un libro inmenso e inagotable, como toda gran poesía, como La Poesía, dice hoy de nosotros:
"Después de todo, todo ha sido nada,
a pesar de que un día lo fue todo.
Después de nada, o después de todo
supe que todo no era más que nada.
Grito «¡Todo!», y el eco dice «¡Nada!».
Grito «¡Nada!», y el eco dice «¡Todo!».
Ahora sé que la nada lo era todo,
y todo era ceniza de la nada.
No queda nada de lo que fue nada.
(Era ilusión lo que creía todo
y que, en definitiva, era la nada).
Qué más da que la nada fuera nada
si más nada será, después de todo,
después de tanto todo para nada."
JOSÉ HIERRO, 'Vida', en Cuaderno de Nueva York, 1998.
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