La lucha contra el cambio climático, es decir, contra las consecuencias ya evidentes del calentamiento global, cuyas tragedias vivimos a diario y viviremos las inquietantemente próximas de que avisa la Ciencia, constituye hoy día el principal y primordial reto con que se enfrenta el género humano, y no puede convertirse en un elemento reivindicativo vacío, ni argumento de manifestaciones a fecha fija, ni coartada postural de una o varias generaciones y mucho menos en solo griterío. Suministrar con frialdad y cálculo electoral y económico a los jóvenes, como hacen los poderes públicos, un motivo, una fecha, un ámbito y hasta un lema vacío de reivindicación como es la lucha contra el calentamiento global para encauzar en lo abstracto su inquietud y de paso mantenerlos alejados del cuestionamiento de las grandes decisiones políticas, refleja una vez más la hipocresía homicida que caracteriza el generalizado talante reaccionario de que adolece la mayor parte de los gobiernos del mundo.
En un estado de cosas en que los gustos, las apetencias, los afanes, las inquietudes y hasta los proyectos vitales son diseñados en base al consumo de lo que ponen de moda los mercaderes, auténtico deux ex machina de nuestras sociedades, la lucha contra el calentamiento global, la amenaza ecológica, el cambio climático o como quiera llamarse a la emergencia mundial sobre el clima, está convirtiéndose a pasos agigantados, como era previsible, en un enorme espacio de manipulación, sobre todo de jóvenes en todo el mundo, que con todos sus apriorismos de buena intención y convencimiento son arrastrados al teatro de la masificación reivindicativa que solo griterío genera, a la toma de postura más verbal que real porque su grito no implica consecuencia alguna ni abre cauce de reforma y, sobre todo, dirigidos a emponzoñarse en todo un mercado emergente de productos de compraventa relacionados con la concienciación ambiental (libros, películas, comida, ropa, juegos y objetos de consumo de todo tipo), etiquetados con la leyenda pretendidamente solidaria, moderna o de conciencia que los califica en una etiqueta junto al precio de reciclables, ecológicos, naturales o sostenibles.
Sin despreciar en absoluto la fuerza que educadores, orientadores, monitores o voluntarios de todo tipo ponen en la convocatoria de acciones escolares, concursos de ideas, intercambio de pareceres, manifestaciones, acampadas, marchas y otras iniciativas de concienciación contra el calentamiento global, y respetando a cada uno de los participantes y la intención que los guía, lo cierto es que una ínfima parte de quienes asisten no varían luego un ápice sus comportamientos cotidianos en cuanto a realizar acciones positivas, individuales y/o colectivas, que tendrían consecuencias-dominó institucionales, mucho más efectivas que las imaginativas y tiernas pancartas, las festivas y alegres batucadas o la pura palabrería.
La figura de Greta Thunberg, la admirable mujer que ha liderado en el mundo el grito y el comportamiento contra las prácticas que envenenan nuestro habitat, y cuyo ejemplo debería ser más imitado en el fondo que, como sucede, en la superficie, está siendo convertida ya por las grandes multinacionales del merchandising mental (y el otro) en icono vacío y figura referencial en el pedestal de titulares. Al calor de su fotografía, no tanto de su ejemplo, se convocan grandes marchas, manifestaciones, encuentros y hasta congresos internacionales para tratar de los ya casi insolubles problemas mundiales propiciados por nuestro errado modo de vida; eventos que indefectiblemente acaban en promesas sin cumplir, tomas de postura solo intencionales, gritos de protesta que se lleva el viento o decididos llamamientos a ver qué pasa, brindis al sol, porcentajes de basura o niveles de incompetencia, pero nunca en acciones concretas de amplio calado contra el calentamiento global, cambios radicales de comportamiento no solo institucionales, sino individuales y colectivos, sociales, o grandes volantazos en el modo de vivir de todos y cada uno de los participantes, es decir, de nosotros, para que antes que anochezca en este ya ocaso del mundo de vivir, cuestione radicalmente el actual modelo social causante de la tragedia ambiental que nos está matando.
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