Oportunidades de descanso

Es curiosa la vida, que se empeña en reiterarnos sus avisos. Basta con separarnos un poco de nuestros quehaceres cotidianos, para poner una alfombra nueva a los sinsabores.

Y casi así, sin alharacas, le hemos ido quitando el envoltorio a Agosto, ese mes que parece que siempre está en el medio de todo para proporcionarnos, quizás, la última oportunidad de descanso antes de volver a las mimas tareas.

Una sesión de asueto, como ese concierto de Blues iluminando el busto de ambas Catedrales y la melena al viento de las cúpulas, su antena enhiesta para llenarse de todo el sonido que a la orilla del Mississippi se es capaz de enlatar, hecho a base de melancolía y ritmos repetitivos que nos irán contagiando de toda esa mezcla de influencias que pasan por varios continentes y se van fusionando con distintas hebras, que van destilándose a lo largo de los años y que recogen el sentir más interno del grupo, de esa enorme voz que contagia el ritmo con sus sonidos nasales y guturales, de su armónica que se vuelve tan protagonista en muchos momentos, de los largos punteos de guitarra que descubren el alma sensible de quien la rasguea, de la batería que aporta insistencia y emoción en iguales dosis y, en conjunto, van coadyuvando a meterte todo el ritmo en el cuerpo. Incomparables sonidos, inmejorables entornos? Como los que vienen adornados de buenas compañías, de sobremesas largas, de interminables paseos, de otras actividades algo diferentes a las que acostumbramos y que por ello suelen ser tan esperadas.

Tiempo para enarbolar la bandera de la amistad, para pasar en familia, para disfrutar de todas las presencias que, por ocupadas, no pudieron estar en otros momentos.

Espacios para el deporte, para el arte, la convivencia, para apaciguar estados alterados, para buscar puntos de encuentro y coincidencia, o para echar la mirada hacia atrás y encontrar anécdotas, revivir momentos, hacer planes, afrontar soluciones, replantear objetivos.

En ocasiones las oportunidades para el descanso no precisan ser grandilocuentes. Basta que cambiemos la rutina en la medida que podamos y nos dejemos bañar por las lentejuelas que sutilmente va dejando caer sobre la superficie del mar la cara llena de la luna.