¡Ah, la felicidad!

Una gran noticia: ya tenemos un "concejal de la Felicidad". Sí, señor. Debe de ser la última consecuencia y conclusión del "Estado del bienestar", del que nos hablan los políticos. Seguramente muchos, como yo mismo, estaban esperando una noticia como esta. Y ya está aquí.

Un concejal de un pueblo de Galia, si he oído bien, ha sido nombrado para promover y supongo que regalar la Felicidad a sus convecinos. Lo averiguaré y, si puedo, me trasladaré a ese pueblo afortunado, porque supongo que será gratis, el concejal no venderá la felicidad. Será un paquete de felicidad que se regalará a todos los ciudadanos de ese municipio.

Quizá a ese ayuntamiento lo imiten otros y vayamos pasando del estado del bienestar al estado de la felicidad. Ya tenemos políticos que han escudriñado la naturaleza humana y saben que todo el mundo, ellos y ellas y ellas y ellos, todos tendemos a la felicidad, una tendencia innata, que está en lo más profundo del alma.

Y ellos, los políticos, ya saben qué es, aunque cada uno la interprete a su manera; por eso supongo que tienen preparadas muy variadas recetas. Posiblemente vamos a asistir a una puja de concejales de la felicidad para que se vea quién da mejor la felicidad a los vecinos de su municipio.

Quizá veamos repartir paquetes de ruido y pachanga en las noches estrelladas de verano; o puede ser que a quien le dé por la contemplación y la mística le den un lote de retiro y silencio; a otros quizá le llenen el estómago de de marisco con alvariño. Y podríamos seguir. Ah, la felicidad, que va regalar un concejal de ayuntamiento.

Luis Frayle