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Lumbrales mantiene el Descendimiento de la Cruz con la implicación de familias y devotos de la...
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TRADICIÓN EN SEMANA SANTA

Lumbrales mantiene el Descendimiento de la Cruz con la implicación de familias y devotos de la...

Actualizado 19/04/2019

La escenificación de la bajada de la imagen articulada del Cristo supone el momento culmen de los actos del Viernes Santo en la capital del Abadengo

La Semana Santa lumbralense conserva dos actos emblemáticos que los vecinos mantienen entre la devoción y la tradición: el Vía Crucis por las calles de la villa y el acto del Descendimiento de la Cruz, que se representa con gran plasticidad y dramatismo en la iglesia parroquial el Viernes Santo. El Descendimiento de la Cruz se remonta, al menos, al siglo XVI, época en la que está datada la talla articulada del Cristo, propiedad de las familias Arroyo Cambronero y Santiago Santiago. Son los varones de esta saga quienes, generación tras generación, hacen posible la recreación de este acto, en colaboración con la parroquia.

Un año más, al atardecer del Viernes Santo de 2019, el tempo parroquial de Lumbrales acogió el Sermón de la Pasión y el Descendimiento. Ante los fieles que llenaban la iglesia, el padre Carlos Norberto Gómez fue pronunciando el sermón, con la ayuda de las canciones del coro parroquial. A continuación, llegó el momento del Descendimiento. La gran Cruz presidía la escena, y a ambos lados del madero, en lo alto de sendas escaleras, Manuel Arroyo y Santiago Santiago, esperaban a proceder al descendimiento del Cristo, la figura articulada, clavada en la cruz.

Al hilo de las indicaciones del predicador, los dos hombres iniciaron la retirada del letrero de INRI y de la corona de espinas. Después fueron desclavando las manos, a golpe de martillo, bajando los brazos y dejando caer la cabeza -uno de los momentos de mayor dramatismo-. Mientras, desde el suelo, otros varones sujetaban la imagen con un largo sudario. Finalmente la imagen del Cristo fue cogida en brazos por los dos hombres y presentada ante la imagen de la Madre Dolorosa, antes de depositarla en la urna sepulcral de cristal.

El sepulcro, y los pasos de El Calvario, La Piedad y la Dolorosa fueron sacados después en la Procesión del Santo Entierro a hombros de los hombres y mujeres de varias familias que desde hace tiempo se ocupan de cada uno de los citados pasos. La procesión por la calles céntricas del pueblo discurrió en silencio, roto a intervalos por las voces graves de un grupo de hombres entonando el Miserere.

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