Muertos con mucha salud

Hasta parece de mala educación. Sin embargo, lean con naturalidad, no se preocupen, que la muerte es parte de la vida y de ésta no va a salir nadie vivo.

Además, no crean en eso del mal fario y cosas parecidas. El escritor lucha constantemente con la plasticidad de su mente, pero el tema lo eligen las musas, y quizá lo hagan de la misma manera que emergen los sueños: producto de una preocupación o suceso reciente. En estos momentos pensamos en los infelices del tsunami de Indochina.

Pero quedémonos en nuestro país y echemos un ojo a las estadísticas para darnos cuenta de que las estadísticas siempre se cumplen y, salvo hecatombe, cuando finalice 2018 habrán fallecido en nuestro país más de 400.000 personas.

Pero no se preocupen, no hay que agobiarse con tantos difuntos, cada cual debe dar honor al suyo, ese ser irrepetible que también disfrutó de estos días y será recordado inevitablemente en estas fechas sentándose simbólicamente a la mesa como el auténtico amigo invisible.

Lógicamente para cada círculo familiar o de amistades su deudo será el más importante y se llevará luto por él aunque éste sea en el corazón -pero aún habrá mujeres, costumbre en extinción, que llevarán velo negro, y hubo un tiempo, hará cincuenta años, en el que los hombres llevaban un brazalete en el antebrazo de diez o más centímetros.

Hoy, aparte de la familia y amigos, gracias a los medios de comunicación, debemos decir que son innumerables las personas que en muchos momentos de nuestra vida nos hicieron felices y también sentimos su partida como si hubieran pertenecido a un entorno cercano.

Si yo les recuerdo que este año se nos marchó "la flor de la canela" -María Dolores Pradera- o el "Ave María" -Montserrat Caballé-, ¿son o no son dignas de que llevemos luto por ellas? Pero sin salir de España, en masculino singular, podemos pensar en Forges, Íñigo?, ¡cuántos recuerdos! Sin embargo, éstos, no nos pongamos tristes, son muertos que gozan de buena salud. Los volveremos a ver como la mayoría los vimos: en los medios.

Hasta aquí este relato, escrito con trocitos de turrón y una copita de champán, que bien se podía haber titulado la alegría de la nostalgia. Así es la vida. Pero si queremos apartar esa nostalgia del transcurrir del tiempo y tener unas fiestas de panderetas y peces ahogándose de tanto beber, vivamos la Navidad como la viven los niños, con disfraces, papá Noel y Reyes Magos, y, si no, aún habría una tercera alternativa, que se impone, como es la de viajar a lugares tórridos en los que la Navidad no está identificada con copitos de nieve.

No obstante, Felices Fiestas a todos, brindo por ustedes y que el año próximo nos leamos aquí por estas fechas.