No solo realizaban la venta, sino que ordeñaban a sus animales antes de despuntar el día, para después llevarla a pie, en bicicleta o por otro medio, de lunes a domingo, durante todo el año
La leche siempre ha sido un artículo de consumo imprescindible, aunque, así como ahora la tenemos al alcance de nuestra mano en botellas y tetrabrik, antiguamente no todos la consumían diariamente, ya que era considerado un artículo de lujo y solía reservarse para los niños y enfermos.
Es de esta necesidad tan importante, cuando nace un oficio ya casi olvidado. Las lecheras y lecheros la repartían por los pueblos y barrios de la capital.
Antiguamente no solo realizaban la venta, sino que ordeñaban a sus animales antes de despuntar el día para después repartirla trasladandola a pie o bien en bicicleta.
Los días de invierno hacía aún más penoso este tradicional oficio. Se trabajaba de lunes a domingo durante todo el año, un trabajo duro que continuó durante muchos años.
Fue a partir de los años sesenta, cuando las industrias lácteas comenzaron a aparecer, y estos lecheros y lecheras tuvieron que abandonar ésta sacrificada profesión tradicional. No solo por los adelantos técnicos sino por la entrada en vigor de una normativa de salud pública.
Fotografías
▪ Un lechero motorizado en la Gran Vía.
▪ La bici del lechero en la Plaza Mayor. (Luis Cortés).
▪ Reparto de leche en la calle Azafranal. (Ángel de la Horna).