PEREÑA DE LA RIBERA | Ayer viernes, el grupo de Teatro 'Lazarillo de Tormes' representaba en la iglesia parroquial el montaje 'Teresa, la jardinera de la luz' en el marco del conjunto de actuaciones patrocinadas por la Diputación con motivo del Año Jubi
Así se denomina la fuente que hace mucho tiempo brotara de una roca, cuando un pastor la tocó con su cayada, por mandato, se dice, de la Virgen. Se sitúa en la parte más elevada del gran desnivel que una escarpada y caprichosa geografía ha esculpido en los graníticos terrenos por los que el Duero discurre en la parte más baja, y plácidamente encajonado, se deja contemplar desde la cima del cerro por esa Fuente Santa, que con su misma naturaleza de agua, sabe que, aunque siempre el mismo, nunca lo es. El pueblo que comparte paisaje con estas maravillas naturales se llama Pereña de la Ribera, cuyo nombre venga tal vez de estos elementos de piedra y agua que le rodean.
Esta localidad ribereña es conocida como 'el balcón de Las Arribes', pues el gran desnivel del paraje permite contemplar desde la altura en donde la Fuente Santa se sitúa, cómo el río se derrama en una bellísima cascada, que los habitantes de Pereña contemplan de frente y que recibe el singular nombre de Pozo de los Humos. Para los componentes del grupo teatral 'Lazarillo de Tormes', es la segunda ocasión en la que llevan su también bello y singular montaje a este lugar de nuestra provincia, y al segundo de los pueblos que enmarca tan espectacular cascada, como es Pereña de la Ribera. Toda la hermosura que proporciona el capricho natural que es esta zona, tiene su analogía perfecta en esta obra de teatro, que por su fluidez, rotundidad, belleza expresiva desde cualquier punto de vista, y la confluencia masiva de gente en torno a ella que ha conseguido, se integra cómplice en el espacio que la recibe.
En Teresa, la jardinera de la luz se descubre a una mujer llena de la vida que le otorgara su naturaleza firme, la fluidez de su palabra, el fuego de su corazón y las raíces fuertes que la ayudaron a pisar sin miedo allá por donde pasaba. Y 'Lazarillo de Tormes' que ha sabido contemplarla desde el balcón de su santidad para descubrirla fluyendo por el devenir de una vida, encajonada en patrones que su época le imponía, ha conseguido proyectarla con la fuerza de esta cascada natural que Pereña contempla a diario, con el ímpetu que toda naturaleza humana encierra. La ermita de la Virgen, llamada del Castillo, impertérrita en su Cerro, obvia el sonido de su vecina Fuente Santa para oír los rumores de unas voces de siglos, auténticas y presentes en el nuestro, que provienen de la iglesia parroquial de Pereña. Un campanario que seguramente anuncia la existencia de un antiguo alcázar, escolta con su mirada de espadaña, a la iglesia del XVI, en cuyo interior, también santa María, flanqueada de sus Ángeles, sigue observando cómo se suceden los acontecimientos cruciales en la vida de otra admirable mujer. Se llamaba Teresa, se enamoró de su hijo, Jesús de Nazaret, y vivió en el mismo siglo que ese recinto de granito fue construido, y que en esta tarde de septiembre, alberga a ambas.
Fechas éstas nada fortuitas, en las que los vecinos de Pereña de la Ribera, se convierten en espectadores que han decidido celebrar las fiestas de su patrona santa María de los Ángeles, presenciando la vida de la mujer que por amor a su Hijo, se convirtiera para la Historia de los hombres, en un baluarte defensivo para los suyos de entonces y un emblema universal para la posteridad. Teresa, la jardinera de la luz así lo presenta, con sus actores, y un singular guion que es capaz de hacernos ver a la mujer, la escritora, la monja y la santa en un solo plano gracias al montón de aristas y facetas distintas con las que se nos dibuja. La excusa, la incredulidad de la Inquisición ante tanto talento, que también derrocha el actor que la representa, encarnado en un padre dominico. La sencillez, simpatía, valentía o incluso mordacidad con la que el grupo de carmelitas hermanas de Teresa enfrentan sus acusaciones, son claro reflejo del de su maestra y absorben la atención de un público que olvida que debajo de sus hábitos de lana de oveja hay un grupo de actrices que tienen vida en nuestro mundo, porque hacen tan creíble la suya del XVI. Con ellas se recorren caminos, fundando conventos con su maestra o aprendiendo sus poemas en los momentos de asueto de sus austeras y entregadas existencias. La luz y libertad que transmiten, vuelven a dominar corazones que se encogen y expanden al ritmo de sus movimientos y palabras frente al precioso púlpito de piedra que la parroquia de Pereña aporta para la ocasión. Como en los tan admirados paisajes del exterior de la iglesia hecha teatro por una hora, la belleza de lo natural, llega a cualquier sensibilidad, como lo está haciendo una obra de teatro que en manos de aficionados está demostrando con la normalidad que la envuelve, por qué la Diputación de Salamanca ha apostado por ella para comunicar un tan revolucionario y desconocido fenómeno como lo fuera Teresa de Jesús.