CIPÉREZ | La ermita acogía ayer, sábado 13 de julio, la obra de Denis Rafter interpretada por el grupo de Teatro 'Lazarillo de Tormes' sumando una representación más al conjunto de actuaciones que la Diputación de Salamanca está patrocinando para conmem
Era un territorio tan inhóspito y riguroso que tan sólo unos fuertes árboles como lo son los robles y las encinas entre duros y secos zarzales, lo habitaron durante mucho tiempo. Cuando los reinos cristianos fueron ganando la batalla a los invasores musulmanes, gentes de otras tierras fueron poblando las nuevas conquistas y empezaron a hacer de la región un lugar más habitable como lo es el que vive en armonía con la buena voluntad del ser humano. Cipérez es un pueblo de la provincia de Salamanca que cerca de Vitigudino creció en esta geografía adversa y que una vez repoblado por riojanos probablemente mudéjares, comenzó una imparable carrera hacia la prosperidad. Su nombre deriva de otro ubicado en tierras de vino como son las riojanas. Ziti Petriz se llamó en otra época esta localidad que ahora es bien conocida por sus famosas obleas artesanas, llamadas pan de ángel. Y por las muchas historias de brujas que decían eran prolíficas en esta zona. Quizá la fabricación de las primeras tenía como intención exorcizar a las segundas. En cualquier caso, "la gente se cree cualquier cosa..."
Estas palabras las podemos oír en boca de una monja carmelita que ante el púlpito de un padre inquisidor se rebela ante las acusaciones vertidas en su maestra Teresa, que agonizante no puede defenderse de las calumnias. Bien visto no son tales, pues en la época de la que se habla, una mujer inteligente, culta, rebelde, incansable viajera, amiga de varones y mujeres de cualquier estatus social y vestida tan sólo con un sencillo hábito de paño de lana de oveja, no puede esperar otra cosa que ser catalogada de bruja. Palabra preciosa en realidad, pues en su etimología original significa "mujer sabia, conocedora de las plantas y sus remedios"; Y es en la especial sabiduría de Teresa de Jesús en la que nos adentramos de la mano de 'Lazarillo de Tormes', grupo incansable también que no ceja en su empeño de dar a conocer su montaje 'Teresa, la jardinera de la luz' en cualquier punto de nuestra provincia.
Al conocer la enorme repercusión que esta obra de teatro ha tenido dentro y fuera de nuestras fronteras provinciales, la Diputación salmantina quiere dar la oportunidad a lo largo de todo este año a cualquier localidad que todavía no la haya visto. El buen hacer de este elenco de actores aficionados ha conquistado a todo tipo de público, con un trabajo redondo como las obleas de un Cipérez que expectante no resultó defraudado. No sabemos si tendrán a bien sus habitantes entregar a grupo y obra su famosa 'oblea de oro' que premia todo aquello que capta poderosamente su atención y se hace merecedor de su reconocimiento, pero el entusiasmo que manifestó tan singular pueblo, daba a entender que algo especial se había clavado en su corazón como las saetas que lo hacen en el cuerpo de su querido patrón san Sebastián, que por la mano de algún ángel, ha visto trasladada su fiesta de enero a agosto para celebrarla con todos aquellos que regresan en fechas estivales.
De una especie de pan de ángel parece llenarse el público que se sitúa ante 'Teresa, la jardinera de la luz' y surge algo tan embriagador como un buen vino que llena el ambiente que se crea con los actores. Transmiten con tal energía y credibilidad lo que representan en escena, que es fácil olvidar el aspecto teatral del momento para imbuirnos del espíritu de espontánea realidad que transmite todo el montaje. Parece normal ver ante nuestros ojos incrédulos que unas mujeres de rudos hábitos dialoguen como lo hacen, con firmeza, no exenta de gracia e ironía; reciten poemas que van desde el divertimento a la más profunda declaración de amor, o cuenten sus peripecias de los caminos con la misma normalidad con la que leen una carta. La música del XVI siempre sale en su ayuda y lo hace de un órgano que diríase es el del maestro Salinas. El púlpito se vacía de la oscuridad y negación ante lo diferente o prohibido achacable a las brujas, mujeres, origen del mal del mundo, para reducir a la sociedad de varones bien pensantes y preclaros ante ese mismo púlpito que se llena de la luz de la sabiduría. Cipérez se despierta en aplausos y son de unos habitantes que se preguntan si su preciosa y recién restaurada ermita que acoge a su san Sebastián podría tal vez volver a acoger tan magnífica historia en su parroquia, ahora en obras. Una historia pretendidamente conocida, reconocidamente nueva.