Como impulsados por un resorte, ha bastado la primera noticia de los lamentables y delictivos comportamientos de algunos miembros de Oxfam y otras organizaciones no gubernamentales de cooperación y ayuda, para que la mayoría de los gobiernos empiecen a cuestionar o directamente retirar las ayudas, subvenciones, apoyos o colaboraciones con las ONG,s. Y, sobre todo, ha servido este conocimiento de los abusos y delitos cometidos por miembros de algunas de esas organizaciones, para que quienes jamás movieron un dedo en ayuda ni solidaridad, se doten de argumentos para continuar en su cómoda inacción.
El conocimientos de los execrables actos realizados en Haití y otros lugares por algunos dirigentes y miembros de ONG,s como Oxfam, Médicos Sin Fronteras o International Rescue Committee (y muy probablemente otras), que las primeras informaciones califican de abusos de poder, discriminación u hostigamiento, además de acoso sexual, malversación, robo o extorsión, merecen la más firme condena sin paliativo alguno, más explícita y dura si cabe cuando se producen en el seno de organizaciones que tienen como fundamento de su existencia los valores y principios éticos. Que el porcentaje de miembros de las ONG,s implicados en semejantes comportamientos sea mínimo en comparación con el número de activistas que trabajan honestamente en las mismas, no reduce un ápice la importancia ni la alarma causada, ni tampoco ablanda la radical condena y repugnancia que concitan los hechos, y justifica con creces todas las acciones que se tomen tanto para prevenir su repetición como para hacer caer todo el peso de la ley sobre sus autores y responsables a cualquier nivel.
El gobernante insolidario, el ciudadano egoísta o el sujeto codicioso nunca han sido partidarios de la ayuda, la cooperación o el mero altruismo humanitario (y, por tanto, enemigos de las ONG,s), y los "razonamientos" y argumentaciones que desde antiguo han utilizado institucional y políticamente para apuntalar su pancismo, van desde la abstrusa razón economicista hasta la xenofobia más flagrante, disfrazadas ambas con un discurso de aparente ecuanimidad, que ha servido para toda clase de políticas insolidarias, recortes, comportamientos excluyentes, vallas, muros, racismo apenas disimulado, injusticias y desigualdades legalizadas y, sobre todo, para alimentar a generaciones enteras con la espesa papilla de la indiferencia al sufrimiento, a la miseria y a la necesidad de los seres humanos. Estas noticias que, con el comportamiento innoble e indigno de algunos emboscados ensucian tan extensa e injustamente todo el nombre y toda la actividad de organizaciones admirables, sirven muy mucho a estos aporófobos, racistas, xenófobos y reaccionarios de toda laya para enarbolar otra vez la bandera de la insolidaridad que, por otra parte, nunca antes arriaron.
Como ha sucedido en España con el proyecto asociativo del sindicalismo o con el respeto al derecho de huelga; como ha ocurrido en el mundo occidental con la reivindicativa lucha de clases o con la misma idea del comunismo; como pasó en las primaveras árabes o con los movimiento asambleario ciudadanos del 15M en este país, la mala gestión de grandes proyectos humanos e ilusionantes ideas realizada por vividores y aprovechados (y por inútiles, ladrones y negligentes), junto con una molicie informativa vergonzosa y una simpleza conceptual deprimente en sus explicaciones, ha calado fácilmente el desprestigio de todo ello, y también se intenta con las ONG,s, en una población largamente ineducada por un capitalismo de sumisión consumista y enseñada en lo peor del más grosero individualismo.
Ojalá la labor de las ONG,s mencionadas, y tantas otras que intentan aliviar el sufrimiento, la angustia y la necesidad de los seres humanos heridos por la injusticia, no se vea gravemente afectada por estos indignos comportamientos que provocan mucha más tinta y titulares que jamás lo hicieron sus buenas obras durante décadas. Y que la antigua pulsión del humanitarismo, la pura conciencia de mundo que hace levantarse a tantas mujeres y hombres contra la injusticia, y el brillo de la honestidad moral que impele a tantas personas a dar la mano al necesitado, no se vea frenada por el altanero engreimiento de tanto, tanto desalmado.
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