"La supervivencia al cáncer crece más entre los ricos", es el titular que, con la burda manipulación con que acostumbra cierta prensa a arrimar las ascuas de cualquier noticia a las sardinas de sus intereses, no refleja la brutal verdad que subyace a una información cuyo encabezamiento utiliza tendenciosamente la asociación entre las palabras "cáncer" y "supervivencia", y su colocación en la frase, para aparentar algo positivo. Y no. Todo lo contrario. El titular miente el contenido de la noticia, porque debería decir algo así como "Los pobres mueren de cáncer más que los ricos" o "El dinero del paciente condiciona la curación de su cáncer". Porque esa es la cruda verdad, obviedad dolorosa y hoy demostrada científicamente, en un mundo dominado en todos los ámbitos por el poder económico y el rastrero rendimiento dinerario de las cosas, en el que no solo la calidad de la vida de las personas, sino los niveles de su sufrimiento, la altura de su angustia, la calidad de su futuro y hasta los límites y los plazos de su propia vida, dependen totalmente, en un bucle diabólicamente arbitrario, de una situación económica dictada para los pobres por quienes provocan su pobreza.
El estudio 'Concord-3', publicado recientemente en The Lancet, ha sido realizado a nivel mundial con casi 40 millones de casos en más de 70 países, y concluye con la demostración rotunda de una espantosa realidad que habla del indignante desequilibrio en los porcentajes de supervivencia al cáncer entre países "pobres" y "ricos"; que dice las abismales diferencias en el acceso a terapias de tratamiento y/o curación del cáncer dependiendo del país de residencia o, incluso, de la etnia o el color de la piel; que esculpe en el diccionario del asco y la indignidad una nueva palabra, "oncoplutocracia", que es la dominación del dinero en la lucha contra el cáncer, que es el reino de la aristocracia enferma sobre la indigente plebe enferma, esa forma de aporofobia ruin del "sistema" que revela la imposibilidad del acceso incluso a los tratamientos más básicos contra el cáncer, y mucho menos a los avances punteros en medicina y farmacología para quienes no dispongan de dinero suficiente. Una monstruosa y letal instancia de la desigualdad, que nos escupe la indiferencia y la crueldad de un modo de sobrevivir en un mundo sin alma, y describe los indignos estigmas del capitalismo, o el libre mercado, o como quieran llamar a esa purulenta ciénaga de injusticia y clasismo y plusvalías, inmisericorde y vil, que en un mundo hambriento y enfermo anuncia con altivo engreimiento, por ejemplo, que la corporación farmacéutica Novartis dispone de una terapia génica contra la leucemia (cáncer de sangre) por el módico precio de 400.000 euros por paciente.
La investigación científica en la lucha contra la enfermedad, que como el cáncer y otras patologías inciden con notable sufrimiento en gran parte de la población, está siendo dejada (abandonada) exclusivamente en manos de empresas farmacéuticas privadas, que contemplan la rentabilidad económica como norte y objetivo único de su actividad. Sin embargo, las administraciones públicas de los países gobernados por estas nuevas generaciones de contables del déficit, los 'ipecés' y la pura fachada, blandiendo el fantoche de la "crisis económica" han recortado brutalmente las partidas presupuestarias para la investigación científica, particularmente la biomédica y farmacológica, abandonando progresivamente su responsabilidad sobre la salud pública y su irrenunciable obligación de propiciar las mejores condiciones que beneficien a sus administrados.
La progresiva privatización de los servicios sanitarios públicos a manos de los especuladores (en España especialmente sangrante), la creciente desatención a la atención sanitaria pública, el desprec io por la investigación básica y científica en general (en España, intolerable), la ignorancia supina de los gobernantes (en España, total), la falta de debate, los expolios a los países pobres, el racismo, la xenofobia, la corrupción política (en España...), las puertas giratorias que paralizan el futuro, el escalofriante descenso del nivel crítico de la población y las profundas carencias en la enseñanza y la educación propiciadas por el manoseo electoralista y la molicie consumista (en España, ya irrecuperables), son sólo algunos de los argumentos de la oncoplutocracia. La indiferencia hacia cada uno de ellos (en España, total), su caldo de cultivo.
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