Carta a Bernardo Cuesta

Querido Bernardo, parece mentira que lleves ya seis años sin estar con nosotros, y es que parece que fue ayer cuando estábamos recogiendo los membrillos del patio, que justo cuando tú te fuiste el árbol se secó, y aunque he plantado otro árbol, nada tiene que ver con el anterior.

Te echo mucho de menos, pues era un placer siempre verte, aunque estuvieras liado y con trabajo, siempre tenías un momento de atención y transmitir paz y tranquilidad que te caracterizaba.

Siempre me escuchabas y me aconsejabas como debía actuar, y te hacía caso y siempre salía bien.

Este verano más que nunca si cabe te hemos echado mucho de menos mi hermana Merce y yo, por problemas de una persona ajena a nosotras que nos ha querido hacer la vida imposible, aunque parece que ya está todo solucionado.

Me acuerdo de ti también en los momentos de actuaciones haciendo fotos, cómo te gustaba hacer fotos en el viacrucis de Villoruela, y qué buenos consejos dabas, me pegaba a ti, y hacía las mismas fotos que tú, siempre siguiendo tus consejos y aprendiendo de ti. Desde que no estás, no he vuelto al viacrucis.

Seguro que desde arriba ves que me escribo email con tu hermana Sor Esperanza, que es igualita a ti, y tiene la misma sonrisa. Ella también está haciendo una gran labor en las misiones. Estas Navidades las ha pasado visitando a los presos de la cárcel de Villakuloasi.

No quiero extenderme mucho más, porque podría estar horas y horas escribiendo y contando anécdotas sobre ti. ¡Qué inteligente eras, qué buena persona y cuánto legado nos has dejado!

Estoy segura que desde donde estés, estás velando por nosotros, tenemos ya una estrella en el cielo que nos protege.

Un abrazo fuerte de Pili.