Urnas universitarias en el año 799

Serrano, Rivero, Corchado y Giner. No, no es uno de esos centros del campo que merezcan ser memorizados ni una histórica defensa para recordar. A Mª Ángeles, Ricardo, Juan Manuel y Francisco, profesores de la Universidad de Salamanca y aspirantes a ser el próximo rector magnífico, no los conocemos demasiado sus paisanos. Antes de la campaña electoral sólo tenía ubicada a la primera, y ya me quedan muy lejanas aquellas clases de Bioquímica. En estos días, el segundo y el tercero van apareciendo con frecuencia por mi muro de Facebook, traídos y compartidos por amigos, y hasta he pinchado por curiosidad en alguna noticia o reclamo publicitario para comprobar de qué van sus propuestas. A Corchado incluso lo escuché en la radio local, invitado en un espacio deportivo. Y a Giner, por ponerle cara pues me faltaba sólo él, le busqué en Google. Animado a investigar, aunque no mucho, repasé sus equipos, a ver a cuántos candidatos conocía, y me topé con alguna de mis profesoras de Bioestadística, Inmunología e Historia de la Medicina. Sí que ha pasado tiempo desde que optaron los Battaner, Merchán, Carreras, Muñoz Barragán?, cuando nos pareció que la Facultad era toda ella un gran horno electoral.

La carrera al rectorado no deja ser una gran desconocida incluso para la parte más numerosa del censo, los alumnos. Cómo se pondera el voto de los distintos sectores (profesores de una u otra categoría, estudiantes de grado o de postgrado, personal de administración y servicios), si hay debates a dos o a cuatro entre los rectorables, o qué asuntos fundamentales subrayan los programas electorales, son cuestiones que no sabríamos responder la inmensa mayoría de los salmantinos. Sorprende que así sea en una ciudad tan identificable con su Universidad. Llama menos la atención cuando, siendo identificable, no está identificada con ella. O al menos no con la identificación positiva que supera lo identitario y se refleja, mejor y más sanamente, en los proyectos compartidos y la preocupación por el devenir del otro. Como si existiera un medallón en algún lugar donde se leyera el lema "Salamanca a la Universidad y ésta a Salamanca". O como si dicha fórmula de amor eterno la hubieran labrado de verdad en el corazón de la ciudad y en el del estudio.

Entonces, las urnas nos suscitarían más expectación. Habríamos leído algo más sobre la actualidad universitaria y estaríamos al tanto de la trayectoria de los cuatro en la gestión académica, sabríamos discriminar mejor sobre sus postulados, y lo mismo hasta en las tertulias de amigos saldría a colación el asunto. Me atrevo a aventurar que incluso cada cual, ajeno pero sintiendo propio el momento, tendría su favorito.

Hoy, por desgracia, a las puertas del Octavo Centenario, el salmantino medio, como por ejemplo yo, se queda frío al escuchar que la Universidad celebra elecciones a rector. Su claustro no tiene el impacto que podría presumirse. Sus facultades no son el motor que habrían de ser. Su alumnado no condiciona la vida de la ciudad en todos los aspectos positivos como debería hacerlo. Imagino que de esto también habrán hablado mucho Serrano, Rivero, Corchado y Giner. Prometo prestar más atención a partir de ahora, que en esas urnas se halla, sin duda y en su justa medida, porción no pequeña del porvenir de Salamanca. Y eso no podemos jugárnoslo a la lotería, por mucho que los bombos den vueltas en el mismísimo paraninfo.

En la imagen, sorteo de la Lotería Nacional celebrado el pasado sábado, con el fin de beneficiar los actos del 800º aniversario de la Universidad de Salamanca.