Niños con futuro

Los niños están con frecuencia en primera plana de la prensa y demás medios de comunicación social, sea por los abusos sobre ellos, por el tráfico de menores, por el desplazamiento fuera de sus propios países, o por la abundancia de hambre que frecuentemente lleva a los pequeños a un final fatal.

En los pasados días, un buen grupo de delegados diocesanos de misiones, la gran mayoría cercana a los 70 existentes, se han reunido en asamblea anual en la casa de espiritualidad San José, de los padres de los Sagrados Corazones, en El Escorial. El tema fundamental de estudio era, precisamente, la formación y animación misionera de los niños.

Somos conscientes de que los niños no solamente pueden ser evangelizados, descubriendo y aceptando los valores humanitarios y cristianos del evangelio, sino que ellos mismos tienen capacidad de comprender el hecho misionero de la Iglesia y sus evangelizadores, y además pueden aportar sus propias capacidades y su creatividad a la obra misionera que llevan a cabo los misioneros en todo el mundo. Basta darles a conocer la realidad tan atractiva para ellos y se les comprometerá fácilmente en la propia colaboración, a su nivel, con esta gran realidad humanitaria, a la que son capaces de admirar y darles todo aquello de que son capaces.

De ahí que nos planteemos cómo podemos darles a conocer esa realidad altruista y generosa, e introducirlos en ese mundo de la cooperación con los más necesitados de la tierra. Es verdad que el momento presente y las realidades sociológicas de los niños, de sus padres, de sus maestros y catequistas no es muy proclive a hacer llegar a los niños estas realidades tan meritorias y atractivas, por el mero hecho de encontrarse ligados a la dimensión religiosa de los hombres de hoy y de siempre.

El Secretario General de las Escuelas Católicas de España nos hacía un análisis realista de la situación en el camino de la educación cristiana y consecuentemente misionera de los niños, incluso en los colegios concertados de los religiosos.

La población española se declara todavía mayoritariamente católica (70,6 %). Sin embargo, el 60,3 % confiesa que no asiste a misa casi nunca, lo cual indica una práctica minoritaria de la población católica. En esa línea, la sociedad española ha experimentado un fuerte proceso de secularización, sobre todo en el "discurso público": es difícil tratar públicamente la cuestión religiosa.

Sin embargo, hay un apoyo mayoritario a la presencia de la religión:

• El 75,3 % de los españoles cree que las organizaciones religiosas tienen derecho a opinar públicamente.
• El 89,5 % de los españoles quiere permitir actos religiosos en espacios públicos.
• El 67,6 % apoya la asignatura de religión en la escuela.
• Persisten e incluso se incrementan algunas manifestaciones multitudinarias de religiosidad popular.

De cara al futuro es más preocupante el hecho de que los jóvenes se declaran católicos solamente el 48,4 %; creyentes, indiferentes o ateos el 47,1 %. Los bautismos han pasado de 2010 a 2015 del 71,89 % al 55,02 %.

Tenemos que tener en cuenta el problema de la baja natalidad en España. Al mismo tiempo, nos consta que la formación cristiana inicial en la familia está mediatizada por las convicciones de los padres más jóvenes y por el ambiente social.

En ese contexto se plantea con realismo la educación cristiana de los niños y jóvenes. En España, las escuelas católicas representan el 18 % del total del sistema educativo. Y el 25 % de los padres tienen hijos que les vinculan a un colegio católico. Las motivaciones que los unen al centro católico no siempre son de carácter abiertamente religioso. Buscan un buen clima social en el colegio, o una mejor formación en valores, o una mayor atención personalizada a cada alumno, etc.

Esto supuesto, la formación cristiana se concreta en un proceso personal que ofrece vivir la experiencia de la fe en Jesús en todas sus dimensiones. Ese proceso educativo comprende dimensiones como la comunión-comunidad, la celebración, el servicio y el testimonio. Esos aspectos incluyen la experiencia de Iglesia, la educación en la oración y en los sacramentos, un estilo de vida caracterizado por la salida de si mismo y por la entrega a los demás, y la invitación a buscar juntos la comprensión y la transformación del mundo a través de nuestro compromiso y nuestro servicio a todas las personas.

Todo eso llevará a dejarse interpelar por el testimonio de otros y comenzar uno mismo a ser testigo; a actualizar el anuncio de la buena noticia de Jesús; para aprender a vivir en libertad y a ver la propia vida como vocación de servicio a los demás. Ese es el camino de aprender a ser misioneros.

A esa tarea contribuye el Movimiento Infantil Misionero, tradicionalmente llamado de la Santa Infancia. En este movimiento estamos comprometidos los delegados diocesanos de misiones. Y, siendo conscientes de las dificultades que se nos presentan en las circunstancias de hoy, también creemos que hay oportunidades, y eso nos anima a seguir adelante en nuestra tarea. El testimonio práctico de los misioneros contribuye positivamente a recorrer este camino de solidaridad universal.