Con flores a María

Cuando éramos pequeños, hacíamos el ejercicio del mes de mayo y comenzábamos con la canción que incluía la frase del título, invitándonos a acudir a la Virgen María, a la que dedicábamos todo el mes.

Estamos en el mes de mayo. En este mes se destacan dos días especiales: El trece de mayo, en esta ocasión centenario de la aparición de la Virgen María a los tres pastorcitos de Fátima, y el día 24, fiesta de María Auxiliadora.

La Virgen María, Madre de Jesús de Nazaret, ha estado presente desde el inicio de los Evangelios, continuando con los apóstoles en el Cenáculo hasta el día de la llegada del Espíritu Santo o día de Pentecostés, y siguiendo en la evangelización primera narrada en los Hechos de los Apóstoles, acompañando al joven apóstol Juan, al que Cristo encomendó a su madre desde la Cruz, a la vez que confiaba al apóstol a los cuidados de la Madre.

La relevancia de María quedó consolidada con la declaración del Concilio de Éfeso sobre la condición de la Madre de Jesús como Madre de Dios. Desde entonces, la figura de María ha continuado ocupando un lugar central en la vivencia cristiana de los creyentes, con un título o con otro, con un nombre o con otro. En España tenemos incluso la tradición de que la Virgen del Pilar acompañó al apóstol Santiago en los comienzos de la evangelización de nuestro pueblo.

La devoción a María se vio reforzada por la intervención que los cristianos y el mismo Papa San Pío V atribuyó para el triunfo de la armada conducida por Juan de Austria en la batalla de Lepanto contra los turcos islámicos. El mismo Papa le concedió desde entonces el título de Auxiliadora, título que asumiría San Juan Bosco y que quedó incorporado a los diferentes atributos dados a la Virgen María por el Concilio Vaticano II.

María ha venido ocupando en la devoción de los cristianos una especie de reflejo de la dimensión femenina del Dios Padre-Madre, que últimamente viene siendo reconocido con esa doble dimensión. Así, el amor de Dios no sería un puro amor de Padre sino también una expresión materna del amor que dispensa a los seres humanos, a los que considera y trata como hijos.

Con razón hemos celebrado un año más con la máxima solemnidad y devoción a María Virgen Auxiliadora de los cristianos.

Pero este año ha recibido un particular relieve la fecha del 13 de mayo, en que se han cumplido los 100 años desde la aparición de la Virgen a los niños pastores en el campo de Fátima. En ésta, y en las diferentes apariciones de María que recientemente están teniendo lugar en diversos puntos de la tierra, se da singular importancia a determinadas profecías o anuncios de la Señora, a las que se pretende atribuir significados de amenazas y notables castigos, eso sí, siempre ligados a una invitación a la conversión o cambio del estilo de vida, a la práctica de rezos diferentes y particularmente al rezo del Rosario.

Ya en tiempos pasados han acudido a Fátima los diferentes Papas, a partir de Pablo VI, seguido por Juan Pablo II, Benedicto XVI y, este año, el Papa Francisco. Evidentemente no se puede dejar de reconocer que, en este lugar, y mediante diferentes manifestaciones, Dios ha ido ofreciendo multitud de gracias de conversión y santidad por medio de diferentes personas, y especialmente de los niños beneficiarios de las apariciones, a dos de los cuales, Francisco y Jacinta, el Papa ha declarado santos en el mismo día de las primeras apariciones, que tuvieron lugar en el sitio de Fátima hace ahora el centenar de años.

El Papa ha sabido reconocer y anunciar el amor de Dios y la esperanza que nos ha manifestado con aquellas apariciones, dejando en segundo lugar las amenazas en las que a veces se pone el acento.

María, Auxiliadora de los Cristianos, sigue manifestándonos su amor y el amor de Dios de diferentes maneras y en distintos lugares, invitándonos a vivir confiadamente en todos los momentos, fáciles o más difíciles, de nuestra vida. María, Nuestra Señora de Fátima y Auxiliadora, ruega por nosotros.