La Cruz, contraseña

En estos días en ciudades como Salamanca la cruz se hace más familiar y especialmente frecuente; alrededor de la cruz se celebran actos todos los días en iglesias, parroquias y cofradías. Por eso me permito esta progresión, entre literaria y creyente, sobre la cruz.

Comenzaré recordando que la más antigua cruz pintada que se tiene es la cruz de un grafito romano del siglo I en un viejo muro del Palatino con rasgos fuertes y con una figura con cabeza de asno clavada en la cruz, mientras la leyenda en letra desigual garabatea en griego: Alexamenos adora a su dios. Cosa fuerte, pero ahí está ya la cruz sobre la pared. Sin olvidar que a lo largo de siglos ha valido para lo mejor, casi siempre, y para lo peor, demasiadas veces. Y contando con temor y temblor uno a uno a todos los crucificados de la tierra, lo hayan sido en cruz física y real o en cruz simbólica y equivalente.

Árbol noble como ninguno, cantaba la liturgia romana admirando la redención tan alta que por la cruz nos vino; por eso ¡Dulce árbol donde la Vida empieza de forma que Oh crux, spes única in hoc passionis tempore, O cruz, única esperanza en este tiempo de tanto dolor? Textos tantas veces hechos arte por los compositores y tantas veces hechos piedad y oración por los creyentes. Y en ellos se han unido la memoria de la cruz de Cristo y la experiencia dolorida de las cruces y pasiones y dolores de la gente de todos los tiempos. Por eso estas palabras y sobre todo el signo al que se refieren están cargados de memoria y de razones. La cruz es siempre un signum pregnans, una señal embarazada, llena de vida y de significados.

"Cristo, creo en tu cruz que nutre nuestra arteria", confesaba la ambigua (me refiero en lo religioso, claro)y dicharachera Gloria Fuertes (por cierto hace ya muchos años le pedí una poesía original por la paz para una fiesta infantil y me la envió muy atenta) en esta explícita confesión de fe cristiana, fuera a su modo o como fuera, que reconoce de dónde y por quién nos viene la vida. Nada menos.

Hazme una cruz sencilla,

carpintero...

sin añadidos

ni ornamentos...

que se vean desnudos

los maderos,

desnudos

y decididamente rectos:

los brazos en abrazo hacia la tierra,

el astil disparándose a los cielos.

pide León Felipe en estos versos tantas veces repetidos y que responden a lo que normalmente todos, desde nuestra pobre y humana arquitectura de barro?¡crucificada también!, le pedimos a la cruz, austera siempre y siempre desnuda y abierta, como camino virgen hacia Dios.

Lo cantaba en larga copla Santa Teresa:

ella sola es el camino para el cielo

y la llama palma preciosa, preciosa oliva, árbol verde y deseado? con esta invocación de confiada bienvenida: Cruz, descanso sabroso de mi vida, vos seáis la bienvenida y lo repite una y otra vez a lo largo de toda la copla.

Y todo por Aquél que en la cruz fue clavado y de ella descendido resucitó glorioso al tercer día según las Escrituras, porque si de Él estamos prendidos, de su cruz también,

como confiesa bellamente Gabriela Mistral Estuvimos prendidos, como el hijo a la madre,

a ti, del primer llanto a la última agonía!

No es extraño que ella, en hermoso soneto, acabara diciendo después de aprenderlo en la cruz y en El que en ella está clavado, que

?el dolor es sólo la llave santa de tu santa puerta,

que es gran afirmación.

Y yendo más a las propias necesidades nos arrimamos a Lope de Vega que mirando la cruz y al crucificado se apresura en su petición, reconociéndose muy pecador y necesitado, no os desciendan de la cruz sin hablarme y perdonarme. No es curarse en salud, pero casi.

En todo caso ante la cruz sobra cualquier palabra, a pesar de tantas ya escritas,

decía Mercedes Marcos Sánchez:

Ante la cruz me llamas en tu agonía. Ante la cruz me llamas. Y he aquí que tropiezo con las palabras.

Y es pura verdad, por eso queda el silencio y la contemplación.

Con estas últimas salvedades. Cada cruz recoge todas las levantadas por el mundo, lo advierte José Luis Puerto En esa cruz de vallas y alambradas y añade Asunción Escribano que Hay un tronco desdoblado por la luna? Mástil de ternura y sombra, reconociendo con J M Ferreira Cunquero que es Cristo mismo quien al tronco de la cruz le da peso y altura, Aunque desnudo sin Él no sea nada.

Y para cerrar esta antología tan provisional y pensando ya en cada uno de nosotros y hasta más allá de lo cristiano y religioso hay que tener en cuenta que A lo que fuimos se nos crucifica como dice en su verso A. Sánchez Zamarreño; de alguna manera atados estamos, para bien y para mal, a lo que fuimos. Somos historia y la memoria nos pone en pie y muchas veces en cruz. Sin embargo, y esto es ya otro capítulo, hoy la cruz ha sido medio barrida por unos modos de pensar y de vivir que dejan fuera la cruz. Escribía hace muchos años el teólogo americano H. Richard Niebuhr: "Un Dios sin ira introdujo a los hombres sin pecado dentro de un Reino sin juicio por medio de los servicios de un Cristo sin cruz". Muy interesante.

En todo caso deseo yo que desde esa pacífica (eso espero) e inevitable cruz nuestra pasemos a la gloria que cada uno espere.