Mientras haya Música hay esperanza

Escribo hoy sobre Música, (con mayúscula), pues ha sido una semana en Salamanca excepcional, en conciertos de música clásica ( que es en torno a la cual giro).

El viernes pasado nos visitó en el Liceo el Trío Viviane Hagner, un grupo excepcional que nos hizo disfrutar de un programa exquisito de música europea del XIX ( finales del XVIII, el joven Beethoven): nada menos que el Trío con piano, op. 1, nº 2, de Beethoven, el Trío con piano nº 2, op. 87 de Brahms y el Trío con piano, op. 90, "Dumky" de Dvorák. Estas tres obras interpretadas por tres excepcionales intérpretes fue un regalo que el amante de la música clásica, difícilmente podrá olvidar en mucho tiempo.

Terminó la semana con el BACH STUDIUM con la interpretación, análisis y repetición de la Cantata para el 20º Domingo después de la Trinidad, según el método de su director, Alfonso Sebastián, y su equipo, responsables de uno de los acontecimientos musicales salmantinos más valiosos del año musical. No puedo por menos de repetir aquí los versos del primer aria de Solomo Franck, que canta el Bajo, por su sabiduría y calidad literaria:

¡Ay, ahora que me dirijo

a la boda, veo

prosperidad y aflicción!

¡El veneno del alma y el pan de vida,

cielo e infierno, vida y muerte,

el esplendor del cielo y las llamas del infierno

van de la mano! (?)

Esa dualidad que los hijos de esta tierra percibimos y sentimos cada día, en nuestra ciudad, en nuestro país, en el estado general y actual de las naciones. Pero?mientras haya Música hay esperanza, parafraseando el dicho popular "Mientras hay vida hay esperanza?" Y felizmente, la buena música sigue: el Trío Heinz Triessen interpretará el lunes otro programa especialmente atractivo, con el gran Mozart, Villalobos y Brahms, en el Juan del Enzina.

La Música, esa capa protectora contra los sinsabores y frustraciones diarias, esa cuarta dimensión, que sin hacernos perder el contacto con la tierra, nos eleva por encima de la pura biología, de ambiciones caducas y de ciegas ilusiones. No es por azar el hecho de que la música escuchada sea lo último que se borra de nuestros cerebros, como demuestran los enfermos de Alzheimer, respondiendo emocionalmente a las músicas escuchadas a lo largo de su vida.