¡Que tengan buen día!

Me llama un tanto la atención: el trato amble con el que te saludan los habitantes de Canarias, al menos donde servidor pasa alguna temporada, - hay de todo evidentemente- pero no es raro que te cruces con la gente, y esta no tenga un leve saludo con cierto tono alegre, así como llamar tu atención y hablarte de cualquier cosa cotidiana, también ocurre, en locales, tiendas terrazas etcétera; es decir la amabilidad, la ayuda forma parte de su forma de vida y comportamiento.- es una virtud acogedora, que lamentablemente, no se produce en otros puntos de nuestra geografía; quizá sea el clima?-¡Sí, será eso!... Digo esto porque: En un país lleno de ingratos, de personas que no dan ni los buenos días o piensan que merecen todo aquello que les viene dado, se impone recordar que no pasa nada por saludar, dar las gracias? A nadie le saldrá urticaria. Un sencillo gesto o una palabra amable nos acercan al otro por la honorable vía del reconocimiento.

Tanto para el que la expresa, como para el que la recibe, la gratitud abre la puerta a compartir, a reconocer y celebrar el valor de lo vivido y la presencia del otro. Quizá este sea buen argumento para navegar por el territorio de una virtud cada vez más escasa, agradecer es la forma amable de acercarnos al otro en el gesto interno y a veces externo y así acceder a una nueva dimensión de la relación que nos une; la gratitud cuando es sincera y espontanea nos llena de satisfacción y produce un estado beneficioso en nuestra actitud. En efecto la gratitud nace de la conciencia y en ella la memoria desempeña un papel esencial, por ese motivo el necio es desagradecido incapaz de reconocer el valor que procede del otro. Porque la vanidad no quiere saber nada de la gratitud, o esta cuanto menos es interesada, esperando favores, no libres de egoísmos, aquel encerrado en su coraza lleno de sus complejos inconscientes, no tiene memoria, no quiere reconocer. No porque no le guste recibir, sino porque la gratitud implica manifestar la gracia del otro, lo cual no encaja en su ecuación existencial.

El ser humano puede verse abrumado o conmovido por todo cuanto recibe, gratitud por la vida, por la salud, por la familia, por el ser amado, incluso por las pequeñas cosas, que son para él grandes placeres; la conversación amena, el pequeño gesto, la caricia o la mirada imperceptible, una comida saboreando un vino, etc., sintiendo las cosas que la misma naturaleza puede desprender de sí misma para poder crecer liberándose de los lastres del pasado, esperando siempre que lo mejor está por venir. ¿Agradecemos las cosas valiosas que tenemos alrededor antes de perderlas? ¿Somos conscientes de todo cuanto merece la pena ser agradecido? Bien curioso es el mecanismo que tenemos los humanos de dar valor de lo que teníamos justo cuando lo vamos a perder o lo hemos perdido. Con la salud lo vemos claro. Cuando no la tenemos la valoramos como uno de los bienes más sagrados, pero cuando nos sentimos sanos, muy pocas veces agradecemos a nuestro cuerpo su imprescindible compañía.

La gratitud demanda humildad, con gratitud no hay espacio para la nostalgia. El pasado tiene sentido, incluso la perdida de aquello tan valioso que la muerte siempre se acaba llevando. Por ello la gratitud se convierte en el elemento químico especial para superar la pérdida del ser querido, hace emerger la alegría como bálsamo, para decir que la cicatriz sigue estando allí pero la herida ha sido cerrada. La existencia y la presencia del amigo se vive como uno de los mayores regalos que uno puede esperar en esta vida, y en ese viaje la gratitud nos hace crecer a todos. Finalmente la invitación es simple; tomemos conciencia de cuanto nos rodea y es susceptible de nuestra gratitud. Permitamos que esta se exprese. Por ejemplo, agradecer la atención y el tiempo que nos brindan quienes nos acompañan, es un placer que merece la pena celebrar. Así que, muchas gracias y que tengan ustedes buen día.

Fermín González Salamancartvaldia.es blog taurinerías