Patria potestad

Con más frecuencia de la deseable, las páginas de sucesos dan cuenta de intoxicaciones etílicas entre los jóvenes que practican el deplorable "botellón", en casi todas nuestras ciudades. Sería bueno averiguar quién mueve los hilos para que estos jóvenes, cada vez con más fuerza, piensen que si las drogas y el tabaco son hábitos perjudiciales, el alcohol puede ser la solución más inocua para llenar sus horas de ocio. Por desgracia, más del 70 % de jóvenes menores de 18 años confiesa haber consumido alcohol con relativa frecuencia, y de éstos, la tercera parte reconoce haberse emborrachado alguna vez. Y lo más grave es comprobar que cada vez se inician antes en ese consumo.

Todo el mundo está enterado de la prohibición de vender alcohol a menores de edad. Han sido varios los intentos de la Administración para regular estas actividades coincidiendo, casi siempre, con algún episodio desgraciado. Vano intento porque, al poco tiempo se relajan las costumbres, y quienes tendrían la obligación de comprobar el cumplimiento de las normas suelen mirar para otro lado. Basta con ser un poco observador para comprobar que grupos de jóvenes de todas las edades deambulan por nuestras calles ?especialmente en fin de semana- portando abultadas bolsas repletas de bebidas, cruzándose con los viandantes ?incluida alguna patrulla policial.

Es cierto que, si no se toman medidas en contra, estas aglomeraciones de jóvenes a horas intempestivas constituyen una más que probable molestia para los vecinos del lugar. Pero es muy triste que, en ocasiones, esas molestias tengan más fuerza para hacer intervenir a las autoridades que el verdadero peligro que supone el consumo abusivo por parte de los menores de edad.

A "quien corresponda" habría que pedirle que, de una vez por todas, se olviden las medias tintas y se proteja la salud de esos jóvenes que atentan contra ella. En esta "guerra de edades" existen "listillos" que están haciendo el agosto por culpa de quien hace vejación de sus funciones ¿Es que nadie quiere ser el malo de la película?

Pero no toda la culpa es de las autoridades. En alguna ocasión hemos conocido algún desgraciado episodio de menores que se han emborrachado ?o han sufrido coma etílico- y sus padres no habían tomado las medidas imprescindibles para evitar su asistencia a esas concentraciones. Cuando un menor de edad bebe más de lo debido, cualquier padre preocupado se dará cuenta inmediatamente. El consumo excesivo de alcohol para un menor es la antesala de un hábito muy peligroso, además de constituir un riesgo de patologías serias. Sabidas las costumbres actuales de los jóvenes, los padres tienen la obligación -¡legal!- de ejercer lo que establece el Código Civil sobre la patria potestad de menores no emancipados. Ya no estamos hablando de la antigua interpretación de esta potestad como poder absoluto. Sencillamente se trata de velar por la correcta formación, educación y desarrollo de los hijos.

Hay padres ?afortunadamente, no todos- que guardan sus energías para enfrentarse al médico que, además de atender al menor embriagado, le ha afeado su conducta. Otros tratan de restar importancia al hijo/a menor de edad que ha sufrido una de estas intoxicaciones, justificándolo por el hecho de que no están acostumbrados a beber alcohol. ¡De eso, nada! Se emborrachan, sencillamente, porque la cantidad que ingieren tumbaría a cualquier adulto. Con todos los respetos, no es esa la mejor manera de formar a un joven. La paternidad responsable obliga a los padres a preocuparse de la forma de vida y amistades de los hijos. Un hijo educado a base de sanas costumbres, nunca crecerá con traumas. Los/as jóvenes alcohólicos/as, entrarán en sociedad en inferioridad de condiciones.