El ángel de los pobres

El 22 de enero se cumplieron diez años del fallecimiento de Abbé Pierre, más conocido como el "Ángel de los pobres", fundador en el año 1949 de los traperos de Emaús, precursor y luchador por la dignidad de los sin techo en Francia. Nos situamos en los primeros meses del año 1954, una fuerte "ola de frío" asoló toda Europa, fueron especialmente bajas las temperaturas en París. Mendigos y ancianos buscaban espacio en los respiraderos del metro, rostros olvidados amontonados bajo el peso del desamparo, el dolor y la miseria. Los primeros días de febrero, Abbé Pierre interrumpió, casi por sorpresa, en radio Luxemburgo, consigue hablar en directo, conmoviendo a los oyentes con su llamada a la "insurrección de la bondad": "Cada noche son más de 2000 personas soportando el hielo, sin techo, sin pan, más de uno casi desnudo; para esta misma noche es necesario reunir 5000 mantas, 300 grandes tiendas de campaña (?) Venid los que podáis con camiones para ayudar al reparto [...]Imploro, frente a los hermanos que mueren de miseria, aumente en nosotros el amor para hacer desaparecer esta lacra. ¡Que tanto dolor despierte el alma maravillosa de Francia!".

El ministro de comunicaciones francés le llamó orden, era discurso de la desesperación y del amor, una llamada al compartir y a la esperanza que conmovió los cimientos de la sociedad. Las calles se llenaron de miles de personas que acudieron a la llamada de Abbé Pierre, hubo que poner servicios especiales en los transportes de París, creyentes o no, se unen en el amor al prójimo para poder avanzar juntos. Esa noche en carpas militares ofrecidas por el ejército, los pobres de París tuvieron un abrigo sin el temor de morir de frío. Desde entonces su movimiento se extendió por toda Francia, atravesando las fronteras, él mismo recorrerá el mundo entero para llevar su mensaje a los confines de la tierra. Quiere gritar al mundo que es posible la "lógica del don", contagiar la bondad por las cuatro esquinas de la existencia, pero sobre todo hacer una llamada al compromiso, con acciones concretas para promover a los más desfavorecidos y pobres de nuestras sociedades.

Parece que nos deja la "ola de frío" y el temporal de estos días, el mismo día que se recordaba el décimo aniversario del fallecimiento el Abate Pierre, cientos de personas en nuestro país no tenían un hogar donde refugiarse. En todas las ciudades de nuestro país, no son los políticos los que toman medidas, son instituciones como Cáritas parroquiales, órdenes religiosas y otras ONG las que no bajan la guardia ante el frío invierno, tomando el relevo de Abbé Pierre. El espíritu de este fraile capuchino francés y su idea de construir una sociedad más justa, libre y solidaria está presente en el mensaje del Evangelio y de muchas personas de buena voluntad.

Vivimos una epidemia narcisista que parece extenderse como una plaga en nuestras sociedades líquidas y opulentas. Este desorden social y personal no es un patrimonio de los jóvenes, está profundamente arraigado en todos los estratos sociales, basta con observar los niveles de consumo o los exhibicionismos en las redes sociales o en las calles de nuestras ciudades. Una realidad que provoca en el individuo la imposibilidad de salir de sí mismo, de refugiarse en lo privado y que le lleva a la apoliticidad y el desinterés por las instituciones sociales. La ausencia de solidaridad, la indiferencia y la evasión ante las injusticias sociales es la cara más amarga de nuestras sociedades narcisistas. ¿Sería posible hoy una "insurrección de la bondad"?

La realidad se impone, se estima que en nuestro país viven unas 40.000 sin hogar y en exclusión extrema, son cientos de "historias a la intemperie". No podemos mirar para otro lado, ahí está la realidad de personas durmiendo bajo unos cartones en un banco o en un cajero automático, es la triste verdad de nuestros paisajes urbanos. Muchas personas no pueden afrontar los gastos del invierno, sobreviven con la ayuda de Cáritas y de los comedores sociales, pero son más afortunados que los cientos de trotamundos sin hogar. ¿Qué significa que, según el texto constitucional, "todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada" (art. 47), cuando cada día vemos más desahucios y personas sin hogar? La situación es difícil, nuestros políticos, con nuestro consentimiento apuestan por la privatización de los servicios públicos y los ciudadanos viven mirándose en el espejo de su yo.

Posiblemente deberíamos dedicarnos más a fondo a esta cuestión, el camino es la solidaridad y la hospitalidad es acoger al necesitado, es también el clamor de Dios. No se trata de voluntarismos que solo sirven para cortos recorridos, sino de "ponernos a tiro" de Dios, orientar nuestras vidas según el Evangelio, en comunión con el Señor y en solidaridad con todos los hombres. Los necesitados, sean inmigrantes, refugiados o personas sin hogar son la presencia sufriente de Cristo en la historia. Descubrir al Señor en los necesitados significa una experiencia de Dios en la vida, y por ello una experiencia que comprometa en la vida. Así lo entendió Abbé Pierre, ahondando en las profundidades de la fe, fue un padre generoso en su constante defensa de los desfavorecidos; pero también un padre gruñón, que llamaba al orden a todos los poderes públicos. Para un cristiano, el prójimo, el necesitado es un don, un ser querido y amado por Dios, al que debemos de abrir las puertas del corazón y sobre todo intentar remediar su situación injusta.