La opinión que todo lo sabe. Las redes sociales

No son pocos los artistas que, en la actualidad, se sienten intimidados por la opinión pública. No me refiero a la crítica profesional, sino a la crítica a la que se ven sometidos en las múltiples redes sociales. A día de hoy es tan fácil como entrar en su página de Facebook o en su perfil de Twitter y agregar un comentario personal sobre su trabajo, sus últimas declaraciones o su apariencia física.

No es un trabajo de profundo estudio sino más bien de gusto personal en el que la mayoría de las ocasiones el artista sale bastante mal parado.

Puede ser por el hecho de mantener una cierta presencia en las redes o porque realmente quieren entrar en debate, pero lo que sí es seguro es que buscan que el propio artista entre al trapo para poder contraatacar de nuevo.

Siempre es una situación incómoda para un artista realizar una entrevista ante la presencia de las cámaras. Se trata de una situación poco natural a la que se le puede añadir la sensación de ajusticiamiento, más aún cuando las preguntas no están pactadas y quieren entrar a saber tu opinión sobre hechos concretos, ya sean de ideología política o de tu vida personal que nada tiene que ver con la labor de enriquecedor o divulgador de la cultura.

En muchas ocasiones la gente busca en los artistas lo negativo que no está presente, es decir, todo aquello que no existe de forma clara para obviar la obra en sí y dar importancia a la trivialidad.

Quizá nos parezca normal después de vivir varias décadas viendo como la prensa rosa descabella a los personajes públicos, ya sean ilustres o no, pero la verdad de todo esto es que estamos convirtiendo esta sociedad en una comidilla de barrio.

Desde siempre grandes artistas han tenido que sufrir las críticas más negativas por parte del público, no de su público (el que genera sus ingresos) sino de ese público menos entendido y más antropófago que no deja títere con cabeza.

Baste decir que si a mí no me gustan los zapatos que se venden en la tienda de Juan, no voy a entrar en su perfil de Facebook para ponerle a caldo. Me limitaré a no comprar esos zapatos e intentar no acabar con su reputación.

Sería un buen ejercicio para este comienzo de año ser más empáticos y menos destructivos. Al fin y al cabo se presupone que cada uno hace las cosas lo mejor que sabe y puede.