Por qué esta Noche es Buena pero debería ser Mejor

Es Buena porque cuando caía la oscuridad sobre las trincheras el 24 de diciembre de 1914, británicos y alemanes, allá en el frente belga, separados apenas por la distancia que hay entre las dos porterías en una cancha de balonmano y tristemente unidos por el fuego cruzado, decidieron que era preferible entonar con la misma melodía Stille Nacht/Silent night (Noche de Paz), intercambiar cigarros, chocolate y abrazos, y jugar un partido de fútbol sobre el hielo. Podría y debería ser Mejor si algo así ocurriese en Siria, en Iraq, en Yemen, en Nigeria, en Sudán del Sur y en muchos otros lugares donde la guerra no da tregua ni el instinto de odio palidece ante el amor sentido y razonado.

Es Buena porque muchas familias se reúnen, se reencuentran al menos una vez al año, ensayan maniobras de reconciliación, hacen loables propósitos de concordia, se respetan por unas horas y hasta parece que han logrado apartar a un lado todo aquello que les impide ver el vínculo que las configura. Podría y debería ser Mejor si el planteamiento superara los contornos de una mesa abundante y el libreto de una obra bien sabida, que no se contentara con el solemne cumplimiento del rito anual sino que se afanara en el compromiso diario.

Es Buena porque nos ayuda a recordar que existen necesidades urgentes y graves en muchas personas, de subsistencia, de soledad, de enfermedad? y hasta conseguimos paliar en parte esa necesidad colaborando un poco más en estas fechas en que la sociedad se dispone a consumir sin medida con el consiguiente toque de atención de la conciencia (y que nunca falte). Podría y debería ser Mejor si ciertamente nos dejara huella sin tener que esperar al año siguiente, si fuéramos capaces de ir contracorriente, austeros en la celebración y alegres en la fiesta, sensibilizados más allá de la sensiblería.

Es Buena porque conservamos tradiciones entrañables, ponemos el Nacimiento como Francisco en Greccio, cantamos lo que nos enseñaron nuestros abuelos que habían aprendido de los suyos, nos endulzamos de tal manera que paladeamos la infancia a cualquier edad, y hasta limpiamos los zapatos con la ilusión intacta que viene de Oriente. Podría y debería ser Mejor si acogiéramos las costumbres foráneas con mesura, si no la convirtiéramos en una carrera de renos o un concurso de coníferas maquilladas, si en Papa Noel supiéramos reconocer al menos a San Nicolás, si entre tanta fantasía apreciáramos el resto valioso y actualísimo de la historia y ubicáramos el sabor añejo y exquisito de la leyenda.

Es Buena, y ya no puede ser mejor, porque ha aparecido la Gracia de Dios entre nosotros, hecho uno de nosotros, para vivir con nosotros y salvarnos a nosotros. Dios-con-nosotros.

En la fotografía, uno de los Nacimientos de mi casa. A todos los lectores de esta columna, FELIZ NAVIDAD.