Finaliza el cuarto centenario de la muerte de Cervantes

El final del año en el que se ha conmemorado la muerte de Miguel de Cervantes empuja a hacer una reflexión sobre qué significa para el español contemporáneo la vida y la obra de nuestro más grande escritor. La impresión que ha dejado este rosario de actos, (pequeños actos), que se han creado para esta conmemoración, es que ha sido una celebración dispersa, de aspectos, la mayoría, tangenciales a la vida y la obra de nuestro genio. Se comenzó con ese intento fallido de encontrar sus restos en la tumba común que posiblemente los contiene y no sacamos nada en limpio de toda la investigación que tanto tiempo y dinero, al parecer, costó.

Ya en el presente año ha habido espectáculos sobre la música en tiempos de Cervantes, la alimentación, las modas, el teatro, los vestidos, los utensilios de cocina?en tiempos de Cervantes; parecía como si todo lo que se ha expuesto en torno a su figura fueran círculos concéntricos que han rodeado su imagen, sin aclarar ni aumentar el conocimiento ni de su obra, ni de su vida. Salvo algunas dignas excepciones ( alguna buena obra teatral de sus Entremeses, alguna corta lectura de frases o párrafos de El Quijote en algún canal de televisión, alguna exposición sobre los cientos de ediciones de El Quijote) lo ideado por el ministerio de Cultura ( ¿pero existe?) han sido ocurrencias para salir del paso, para quedarnos con la sensación de que lo más importante de Cervantes era aquello, ajeno a él, que le rodeaba.

¿Acaso los inmortales Don Quijote y Sancho ya no le dicen nada al español contemporáneo? ¿Ni sus Novelas Ejemplares, ni su Persiles y Segismunda, ni sus obras teatrales? ¿Ni su novelesca, variada y en parte quijotesca vida, atrae la atención de nuestra actual juventud?

¿Ya no podemos afirmar que en cada ser humano existe un Quijote y un Sancho y que la brújula de nuestras vidas se orienta por esos diálogos entre nuestra parte de quijotes y nuestra parte de sanchos? ¿Quizás el hombre contemporáneo es un sanchopanza a ras de suelo, que no le interesa qué ocurre en el mundo que le rodea, ni qué desaguisados comete la justicia, la ambición, el poder, pues un embrutecedor consumo le ha dejado sin ideales para siempre? Si así fuera, ¡qué pobreza más inmensa ha creado la supuesta riqueza de dispositivos de comunicación que nos invade!

Dejemos esta reflexión en ese "quizás?", en unos puntos suspensivos que, como la niebla de estos días, oculta toda la rica sabiduría que hay en cada obra de Cervantes.