Territorios de infancia incursiones

Lo que más me interesa en el plano del estilo es la claridad como enigma, un lenguaje en el que todo se comprende pero obliga a pensar, a que algo prosiga en la mente del lector.

Juan Villoro

La realidad no basta para producir lo verdadero.

Robert Bresson

Sobre la mesa había solamente una diminuta llave dorada [?] Alicia abrió la puerta y vio que conducía a un pequeño túnel [?] Se arrodilló y vio que en el fondo del túnel se abría el jardín más maravilloso que pudiera jamás soñar.

Lewis Carroll

Hace un tiempo, alguien me comentó que estaba interesado en la lectura de libros donde se hablaba de la imagen que los adultos tenemos de la infancia. Vuelvo a pensar en ello, puede que como consecuencia de la profusa incursión publicitaria en los espacios de la niñez que en estas fechas padecemos.

Pero el asunto también consigue interesarme porque, con insistencia, me rondan, como a muchos otros, imágenes, escenarios, sucesos del niño que fuimos, el que quizá pensamos que éramos o el que recordamos, tamizados todos por la memoria, siempre con ganas de jugar. Si lo pensamos con detenimiento, todos ellos vienen a lo mismo: lo fascinante resulta ser todo lo que nos ofrecen.

Recuerdo que también intercambiamos pareceres y también lecturas. Y, ahora, pensando de nuevo en aquella conversación, se me ocurre que puede ser una buena idea ofrecerles algunos títulos. Teniendo en cuenta que nos encontramos a pocas fechas del intercambio mercantilizado de regalos, y estos días festivos de la inmaculada constitución (que cada uno interprete a su antojo) pueden ser un buen momento para viajar a esos territorios de la infancia, sin que las agencias del ramo se metan por medio.

Como decía, estamos cerca de festejar una de las grandes celebraciones familiares de nuestro pequeño mundo occidental. El perfil de estos encuentros es muy poliédrico y no es mi intención analizarlo en este momento. Pero lo cierto es cierto que, en uno de sus ángulos, desgraciada o afortunadamente, suele estar de alguna manera presente el recuerdo o la presencia de los ausentes.

Aunque solemos olvidar que esas ausencias que evocamos no siempre se refieren a los que ya no están físicamente con nosotros. Hay otras, que trata de abrirse paso con desigual acierto en medio de esta algazara, y que no sé si inconscientemente ahogamos en el bullicio de estas fiestas. Hablo de la infancia, la de cada uno de nosotros, y es la que ahora me gustaría convocar.

Mi oferta, en este caso, quiere ser un puente de lecturas, textos e imágenes, que nos permita invitar, hacer sitio desde nuestro ser adulto, a aquella infancia escondida, preterida en algún rincón de nosotros mismos. No pretendo un ejercicio vacuo de nostalgia, que nos haga gimotear sobre lo que fue y se ha ido. Todo lo contrario, se trataría de activar de nuevo toda esa carga de curiosidad y sorpresa con todo lo que nos rodeaba. Ese afán y necesidad de preguntar sin descanso, que buscaba descubrir nuestro lugar en el mundo.

La selección que les acerco, no es fruto de un depurado muestrario, son títulos que me han asaltado mientras pensaba en todo este asunto. No quiero decir con ello que la propuesta no tenga espesor ni enjundia; se apoya, si me lo permiten expresar de este modo, en el rigor del recuerdo. Eso sí, creo que es importante advertirles que huye, como del fuego, de la que siempre califico como dictadura de la novedad: nada, por reciente que sea, tiene asegurado de antemano el marchamo de la calidad.

Les propongo 3 lecturas + 3 películas. Se trataría de jugar con la fuerza semántica de este guarismo, presente en cuentos, en formas de narrar y expresarse, y con una clara impronta en nuestra cultura: los deseos en los cuentos siempre eran 3; el misterio, en las clases de religión, era uno y trino; y la enumeración más habitual para comenzar a jugar era?

1, 2 y 3? Allá vamos

LIBROS

La subversión de lo cotidiano:

El primer hombre, de Albert Camus. Novela autobiográfica del gran autor franco argelino, rodeada de cierto halo testamentario, por tratarse de una obra inconclusa a causa de su muerte prematura. Sus páginas enlazan sorprendentes escenas de su infancia y adolescencia en Argel. La relación con su madre, sus los amigos y la figura del padre ausente, serpentean junto a la pasión por la lectura y su devoción por el aprendizaje.

El territorio y su mapa en la infancia del escritor:

El origen, de Thomas Bernhard. Primera de sus tres novelas autobiografiadas (valga la expresión), donde podremos encontrar ciertas claves de un autor siempre incomprendido. El sarcasmo y la ironía como una cascada discursiva, que le defiende de una terrible infancia en la Salzburgo de la Segunda Guerra Mundial. Literariamente sorprende el paradójico contraste que ofrece de la belleza de una ciudad frente a la vileza que esconde.

Volar a ras de tierra:

Peter Pan y Wendy, de James Matthew Barrie. Por favor, no deje de leer/releer este inagotable librito para descubrir en él, por los menos, un par de cosas: la mirada de un adulto que supo guardar las claves de la infancia. Y el sentido verdadero de nuestro propio vuelo: ?Oye, ¿cómo lo haces? ?preguntó John, frotándose la rodilla [?] ?Te imaginas cosas estupendas ?explicó Peter? y ellas te levantan por los aires.

PELÍCULAS

Cuando el ojo mágico te salva:

Fanny y Alexander, de Ingmar Bergman (1982). Cuenta la historia de dos hermanos en la Suecia de principios del siglo XX. Con evidentes huellas autobiográficas, esta especie de cuento de Navidad, nos muestra la fascinante e imaginativa vida de los dos pequeños, que se convierte en una existencia terrible cuando la madre enviuda, pasando a vivir con un padrastro duro y cruel. No se asusten, no se trata de una de esas películas injustamente calificada como "raras" del maestro sueco.

Un lugar a salvo del horror y el miedo:

Kamchatka, de Marcelo Piñeyro (2002). La mirada de un niño de 10 años nos permite descubrir los cambios en una familia que se enfrenta a las atrocidades del régimen del dictador Videla en Argentina. Ni el abandono prematuro del espacio de la infancia, ni las dificultades de la lucha clandestina, consiguen hacerles abandonar la búsqueda del paraíso perdido, Kamchatka, donde resistir los crueles embates de quienes están contra la vida.

Infancia (siempre) libertaria:

Cero en conducta, de Jean Vigo (1933). Prohibido su estreno en Francia (fíjense es su fecha de realización y hagan un poco de memoria histórica). Cuenta, como pura acción poética, la insurrección de unos niños contra la severidad manifiesta del internado donde pasan sus días. Maravillosa la secuencia ralentizada de la guerra de almohadas y plumas desbordadas, convertida en metáfora de la infancia como espacio libérrimo.

Si deciden aventurarse en su memoria de infancia, buena suerte en su viaje, amigos. Espero que vuelvan a sentir, al igual que Luis Landero, comodespués de cada historia se hacía un silencio donde los misterios de la ficción eran aún más inquietantes porque ahora pertenecían de pleno derecho a los dominios de la realidad.

Rafael Muñoz