Una voz en su centro (Fermín Herrero)

La verdadera poesía llega en silencio, sin ruido, sin alharacas. Y, si estamos atentos, se queda a resonar en nosotros, en lo más hondo de nuestro ser. Desde hace ya libros, desde hace ya años, la voz poética de Fermín Herrero nos habla desde su centro, desde su mundo. Así ocurre, también, con su último y reciente libro, 'Sin ir más lejos' (Hiperión, Madrid, 2016)

Con palabra precisa y sobria, clara, luminosa, meditativa y, al tiempo, de vuelo elevado, la voz de Fermín Herrero se convierte en cántico (un cántico silencioso, íntimo, destinado a cada uno), para reivindicar, desde su decir, lo sencillo, lo humilde, para recordarnos que "todo es regalado" y que ese es el don con el que existimos.

Es un canto que, al ser reflexivo, lo hace, en primer lugar, en torno a lo que es la propia poesía, una de las pervivencias que quedan en nuestra especie ?según ya indicara Octavio Paz? de los antiguos lenguajes sagrados. "La poesía / es la conciencia", nos indica el autor. "Únicamente hay luz / en el canto." Y es lo que hace el poeta, cantar, porque "La elegía nos nubla". De ahí esa búsqueda constante de "el júbilo / de la palabra". Mas hay, al tiempo, una clara conciencia de que todo canto tiene un destino final de silencio, apunta a él. "Mi ser es de silencio", afirma también el autor. "Si no dijera más, cuánto mejor". Todas las estéticas contemporáneas de la esencialidad ?y Fermín Herero también lo hace aquí? apuntan al silencio. En nuestra tradición contemporánea, lo advertimos de modo muy hermoso en Joan Miró, Antoni Tàpies o José Ángel Valente.

Pero, en este hermoso puñado de poemas que constituye 'Sin ir más lejos' (observemos el gusto del autor por las frases hechas, en este caso para indicarnos que la posibilidad del canto está ahí mismo, en lo cercano y en lo humilde), el poeta nos va desplegando, proponiéndonos visiones, distintos motivos de fascinación: el itinerario hasta el castro, el lugarcillo en el que vive, el regreso de la cigüeña, los brotes pelados de las zarzas, la pared de adobe de un palomar, el viento en los cipreses, el caminejo de los almendros, la escarcha en la ladera, el jilguerillo muerto? Cosas de poca importancia ?como le gustara indicar a León Felipe?, pero, a partir de las cuales, Fermín Herrero articula un canto, al tiempo arquetípico y muy personal, para extraer de lo que está ahí, a mano, pese a que tantas veces nos pase desapercibido, si el poeta no nos lo mostrara, verbalizado, la verdadera sustancia de la vida, motivo de su celebración. "sólo tienes ?indica el poeta? / este instante, la vida. Que debes celebrarla. / No tienes más."

Poesía luminosa, de celebración, 'sin ir más lejos', porque sus motivos están ahí, en la cercanía, en la proximidad, en tantos instantes que arrojan un fulgor que nos pasa desapercibido.

Y este canto, esta celebración, en Fermín Herrero, participa de ese alto decir, de ese luminoso decir de los mejores poetas de la Meseta: San Juan de la Cruz, Jorge Guillén, Claudio Rodríguez, Antonio Colinas?, a cuya tradición el autor soriano, por derecho, pertenece.