Humanismo

Un tertuliano en mi tertulia del martes a la ocho se atrevió a decir (y no es el primero que lo dice): "el humanismo ha muerto", y yo me quedé sin habla, no acerté a contestarle. Pero este mirador provinciano le responde ahora: "el humanismo ha muerto, pero no de muerte natural, lo han asesinado". Lo asesinaron cuando eliminaron las humanidades de los planes de enseñanza y hasta de la universidad, cuando irónicamente pusieron las facultades de Humanidades Y en Europa le clavaron el puñal por la espalda cuando los legisladores y los políticos, que casi siempre son los mismos, por darse de progres, arrancaron las raíces del clasicismo y del cristianismo en la constitución europea y en general en la cultura, en lo que queda de la cultura.

Recuerdo bien que en España entró en agonía cuando yo todavía era profesor y nos impusieron una ley que se llamó y se llamará, con infausto nombre, para siempre LOGSE, porque su veneno se ha conservado en todas las siguientes que ya no sé cuántas son. Con ella se eliminó la "sabiduría" de los antiguos clásicos y de los humanistas del Renacimiento que nos trasmitieron el saber universal y profundo. Y así hemos llegado a la inanidad del pensamiento hispano, que en estos momentos históricos se debate en si tenemos que decir "amigos y amigas", "miembros y miembras", para poder considerarnos progresistas y feministas. Pero todavía algún historiador humanista resume mi reflexión diciendo que "la LOGSE ha liquidado el saber" y yo añado "en el altar de la tecnología". No obstante, en los estertores de la cultura nos llega una profesora de Clásicas e historiadora, Mary Beard, premio Princesa de Asturias, que nos trae un rayo de luz, al recordarnos lo sabido desde siempre, que "la historia es maestra de la vida"; y que en la recepción que les dará el Rey a los premiados ella brindará por Marco Tulio Cicerón. Espero que esta luz ilumine al menos a los pocos humanistas que todavía queden escondidos entre el fragor de los famosos de la tele y de las redes sociales; y que vuelva a iluminar a nuestra sociedad.