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Diálogo
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Diálogo

Actualizado 01/11/2016
Emilio Vicente de Paz

Diálogo, ¡que bella palabra y cuánto encierra!

- Conversación entre dos o más personas que exponen sus ideas y comentarios de forma alternativa.

- Discusión sobre un asunto o sobre un problema con la intención de llegar a un acuerdo o de encontrar una solución.

Seguro, que a poco que indaguemos, encontraremos otras muchas acepciones, pero a mí me vale con estas dos, o mejor dicho, con la suma de las dos.

En esta, nuestra sociedad, vemos y oímos con mucha frecuencia eso de que estamos necesitados de diálogo, que no dialogamos, que para llegar a algún acuerdo es imprescindible el diálogo?

Por otra parte, todos admiten y si hace falta lo juran, que ellos están dispuestos al diálogo. Entonces ¿por qué no se dialoga? Tal vez los unos y los otros hayan perdido de vista el verdadero significado de diálogo. Tal vez se les haya olvidado eso de: con la intención de llegar a un acuerdo o de encontrar una solución. Y cuando dicen diálogo, lo que en realidad están diciendo es que se les escuche a ellos, sin que ellos tengan que escuchar al otro y lo que es peor, pretenden que, además de escucharles, se les dé la razón y se les otorgue cuanto piden. Si el otro se niega a conceder esas peticiones o si pretende manifestar sus opiniones y estas son contrarias a las expuestas por ellos, inmediatamente entran en cólera y no dudan en acusar al otro de intolerante y de haber roto el diálogo.

Es esta una actitud que, por desgracia, vemos muy repetidamente entre nuestros políticos, de ahí el que no sea posible un consenso y por consiguiente el que nada, o muy poco, se pueda hacer en beneficio de los ciudadanos. Los ciudadanos, que, como es lógico, tienen diferentes ideas políticas y sociales, y que tampoco son capaces de escuchar y admitir los argumentos del otro, y prefieren que la sociedad perezca sumergida en el caos, antes de reconocer la posibilidad de que el otro pueda tener razón. Da la impresión, de que admitir esa posibilidad, es un síntoma de debilidad, cuando debería ser todo lo contrario. No hay mayor muestra de fortaleza que admitir los aciertos y las razones del otro. Pues de esa manera crecemos y nos beneficiamos los unos y los otros, nos hacemos más fuertes y más seguros de nosotros mismos, pues sumamos nuestras ideas a las del otro. Así, compartiendo esas ideas, que de alguna manera complementan las nuestras, podemos ir construyendo una idea más completa y acertada de lo que realmente necesita la sociedad y por lo tanto, encontrar la mejor fórmula posible (nunca será perfecta) de poder satisfacerlas.

Nosotros mismos, como personas, también nos veremos mas realizados, más completos. El otro y sus ideas deben formar parte de nosotros y nosotros del otro, es la fórmula para que las personas nos entendamos y podamos trabajar juntos, en una misma dirección, por un bien común, sin partidismos, sin divisiones absurdas, sin imposiciones, simplemente aceptando que el otro tiene tanta razón como yo y que sus razones son tan válidas como las mías, y si juntamos las de ambos haremos un mundo más humano, más solidario, más justo.

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