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Vagando por las calles
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LA VISIÓN DE CHARO NIETO

Vagando por las calles

Actualizado 31/10/2016

Las piedras se unen a ti, en tu enmudecimiento, son piedras de oración, piedras llenas de color, piedras llenas de vida, añosas, pero vivas

Me gusta perderme a primeras horas, cuando el sol despunta con los primeros rayos y vagar por las calles estrechas, calles silenciosas, calles dormidas que aún sueñan, recogimiento y silencio, donde oímos otras voces interrumpidas por el sonido de las campanas que dan su llamada, para la oración, tañido que me despierta emociones y recuerdos, que me sitúan en otras calles a las afueras de la ciudad amurallada, en la barriada de San Francisco.

Seguimos con nuestro paso lento, disfrutando de este paseo con el fresco de la mañana.

La ausencia de personas en las calles, no irrumpen en nuestro ritmo, así vamos colocando las piezas de nuestro puzzle, que las encontramos al ir pasando por los lugares que tantas veces hemos pateado y ahora de mi mano en mí, seguimos haciendo una parada allí donde nos deteníamos, para charlar un rato o aclarar algún plan.

Vagando por las calles   | Imagen 1Mañana agradable, más bien callada, soledad en las calles, mis pasos solitarios van dejando el eco de mis huellas en el aire.

Las piedras se unen a ti, en tu enmudecimiento, son piedras de oración, piedras llenas de color, piedras llenas de vida, añosas, pero vivas.

El día comienza abrirse con lentitud, sin prisas, deshojando una a una las margaritas que encontramos en los bancos de piedra de cualquier plaza, como si nos estuviesen esperando, para ir construyendo el día, rescatando de los momentos vividos aquellos instantes más llenos de imágenes.

Es cierto que los lugares permanecen inamovibles, lo que realmente cambia es la percepción que tenemos de ellos que nos transportan a otro lugar.

Estoy intentando fundirme con la hierba sobre la que reposo, ser doblegada por la brisa que aparece y se escapa; ser junco que se bambolea, sin romperse o arbusto lanzando las ramas en vertical, las alarga para poder rozar el firmamento; ser nube que desde lo alto nos divisa en su cuadro y nos cede su sombra para descansar del sofocante calor.

Montada en una nube voy para poder viajar y divisar la tierra en su conjunto, e irme desvaneciendo entre los lienzos que va perdiendo, sujetos a cambios, y estructurando formas diversas, entre las masas que llegan, se unen y al momento se deshacen en veladuras.

Vamos de la mano de la añoranza, de la nostalgia que se adueña de nosotros, contando lo que un día tuvimos , lo que un día fuimos, lo que un día soñamos, que lo sentimos como nuestro y no queremos perderlo aunque nos duela.

Nuestra mirada siempre se va a quedar petrificada en este lugar de ensueño, en Ciudad Rodrigo, cuando de mañana el sonido de las campanas despertando de su letargo se voltean, para ir emocionando a la ciudad adormecida de tanta mascarada, fiesta, coloridos y multitud de personas moviéndose, de un lado para otro, buscando los personajes de las historias, que han quedado esparcidas por el suelo y ahí se van a quedar, hasta el próximo evento.

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