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¿Rojo sangre?...o carmín de granza
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¿Rojo sangre?...o carmín de granza

Actualizado 05/10/2016
Juan Sebastián González

Hace tiempo, ojeando un suplemento semanal, me quedé fascinado por las fotos que contenía: eran unas fotografías que mostraban el interior del cuerpo humano. ¡Eran unas fotos bellísimas! Me sentí impresionado. Comprendí que estamos llenos de color. Somos colores. Nunca había reparado en ello, a pesar de saber que nuestra sangre es roja, o para mí, carmín de granza, que los músculos tienen tonalidades de colores, y no hace falta que el ojo humano lo vea: están ahí, los colores están dentro y fuera, implica un recuerdo de sí, un abrirse a lo desconocido, un darse cuenta de lo que hay, lo que hubo, o lo que faltó.

El pintor cuando pinta está presente en el aquí y en el ahora, esto permite contactar con los colores que salen del corazón y se entremezclan, se fusionan, se ligan unos a otros y forman una estela de matices y de polos. Porque el color también es polaridad. Al mismo tiempo el pintor se da cuenta de que su mente es arbitraria, de que está condicionada por ideas distorsionadas; así, poquito a poco, el pintor va re-ordenando su mundo emocional y mental, para asumir su propia responsabilidad.

La pintura se fundamenta primero en el sentido del tacto que despierta el sentido visual e incluso olfativo, desarrolla la sensibilidad, la imaginación y la creatividad. Nos hace sentir más confiados en nuestros talentos y nos ayuda a conocer nuestros propios límites. Nos evoca, nos transporta del presente al pasado, nos invita a conocer el deseo y a permitir que lo que es, es? porque la pintura no nos juzga. Ella se deja en paz.

Solo quien pinta va descubriendo y aceptando que lo que hay es lo que hay, con un profundo respeto y amor por lo que hace.

Juan Sebastián González

Artista y Profesor de Bellas Artes en la USAL

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