Mientras ínclitos imbéciles españoles con escaño parlamentario y haciendo gala de soberana ignorancia y rastrera sumisión, se atreven todavía a cuestionar en público los nocivos efectos del creciente cambio climático, y utilizando política, económica y mercantilmente los espacios legislativos que incomprensiblemente colonizan todavía, a sueldo de especuladores y haciendo el coro a la mendaz sinfonía del consumo, obstaculizan cualquier avance, norma o propuesta que facilite o haga posible la gestión más racional de los recursos naturales o pueda en parte corregir los dislates medioambientales que afectan gravemente la vida de miles de millones de personas, países enteros se ven afectados cada día por las consecuencias de las políticas exageradamente agresivas para con el medio ambiente dictadas por desalmados financieros y argumentadas únicamente por la codicia y el mezquino posibilismo del corto plazo, además de un alarmante aumento de insalubridad pública y la aparición o brutal incremento de enfermedades y multitud de patologías rayanas en la plaga o claramente epidémicas, directamente provocadas por el calentamiento global que provoca la progresiva aparición y variación geográfica de focos infecciosos, agentes de contagio o flagrantes quiebras de equilibrio ecológico en latitudes hasta hace poco naturalmente libres de ello, lo que está acarreando también, además de aumentos de temperaturas alarmantes y procesos atmosféricos de repentina violencia y devastadores efectos, movimientos demográficos profundamente desequilibrantes en multitud de hábitats, movimientos que no excluyen poblaciones humanas, obligadas con gran sufrimiento y penosidad, a cambiar sus formas de vida, sus costumbres y hasta su esperanza, por el agotamiento de sus recursos de subsistencia o el anegamiento, ruina o devastación climatológica de su territorio vital.
Valga el anterior ? y sé que- irrespirable párrafo, para denunciar la pasividad política española ante el mayor problema al que se enfrenta el género humano ?y, por tanto este país-, el cambio climático, y valga sobre todo para denunciar la palabrería mendaz, chocarrera, vacía, fútil e insultante de ciertos parlamentarios españoles, especialmente de la derecha reaccionaria, que, haciendo gala de un enorme grado de estúpida soberbia, propia o por delegación, han usado la tribuna del Parlamento para mostrar en sus palabras que la principal causa de la desatención de la política española sobre el clima y la ignorancia de los llamados representantes públicos sobre su importancia, descansa principalmente en su propia imbecilidad.
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