Consumismo en grado sumo o del nacimiento del “homo incongruentis”

Desde el Pleistoceno para acá (unos dos millones de años, milenio más milenio menos), la humanidad ha ido avanzando en busca de la fórmula de la felicidad. Al principio nos conformábamos, al igual que el resto de los animales, con conseguir comida suficiente para toda la familia y un lugar seguro donde poder descansar, sin miedo a ser atacados por bichos más grandes que nosotros. Pero poco a poco, en esa búsqueda de la felicidad, el homo se convierte en sapiens (antes de ayer en la línea del tiempo, como quien dice), y empieza a desarrollar el lenguaje y las manifestaciones artísticas.

En esa búsqueda de la felicidad, también cabe la búsqueda de las comodidades, así que aprendimos a fabricar todo tipo de herramientas, que no nos daban la felicidad, pero sí que hicieron el día a día de nuestros antepasados un poquito más fácil.

No sé en qué momento en esa línea de la historia confundimos comodidad con felicidad, pero el caso es que hoy en día uno no puede ser feliz sino tiene todas las comodidades: una casa muy grande perfectamente climatizada, un coche muy grande y muy rápido y perfectamente climatizado, un móvil muy grande, muy rápido, muy inteligente y ? perfectamente climatizado.

Y para conseguir todas esas comodidades sin las que la felicidad nos resulta poco menos que imposible, hemos de estresarnos buscando un trabajo que pueda pagar todo eso y todo lo otro que inconscientemente, vamos añadiendo a la lista de "necesidades" del homo del siglo XXI.

En esa vorágine de conseguir más para conseguir más, nos hacemos cada día un poquito más esclavos: cada día usamos el coche más rápido que hemos podido conseguir para perder menos tiempo en llegar a los sitios; pero como eso es lo que hacen todos y cada uno de nuestros vecinos, pues lo que conseguimos es un atasco monumental que, no solo nos hace llegar tarde, sino que nos amarga el día a base de malos humos, no sólo metafóricos.

O sea que el ser humano, siempre en su búsqueda de la felicidad, empieza cada día amargado y amargando a los congéneres con quienes se cruza.

Esto podría ser "aceptable" si el día mejorara a medida que va avanzando, pero no: a eso de media tarde nos estresamos para poder ir a "yoga para desestresarnos". Pero solo los que no tienen hijos, porque los que sí los tenemos, no hemos dejado de estresarnos en todo el día a cuenta de los horarios, los deberes, las clases extraescolares?

Que esa es otra: las clases extraescolares hace ya tiempo que dejaron de ser un pasatiempo divertido, ahora son un entrenamiento fuerte para que nuestro retoño llegue un día a ser el que llegue más alto, el más rápido, el más fuerte? los padres nos llenamos la boca con que "lo que queremos es su felicidad", pero para ello les estresamos desde que nacen y les abocamos a la frustración, porque ser el primero es algo que solo lo puede conseguir uno, la mayoría de nuestros hijos siempre serán, como mucho, segundones.

Pareciera que hemos redefinido la felicidad como "materialismo consumista". Si no consumes, si no materializas todo en tu vida, si no expresas cada parcela de tu existencia en términos monetarios, entonces es que no tienes nada, no vales nada,? no puedes ser feliz. Lo malo es que para conseguir esa "felicidad" tienes que sacrificar todo lo que realmente vale la pena: la familia, los amigos, la salud, los hobbies... Y todo para conseguir un móvil más listo, una tele más grande, un wifi más rápido, un circuito turístico más raro?

Creo que ha aparecido otro hito en la línea del tiempo: "el homo consumendus summa" también llamado "homo incongruentis"