Abanicos

Asistimos a los últimos días del verano de la misma forma que comenzó: con mucho calor. No se si será coincidencia o será el cambio climático, pero en los últimos años la climatología ha variado sensiblemente. No es muy habitual que en nuestra zona: Las arribes del Duero, haya temperaturas que ronden los 40 grados en el mes de septiembre, como tampoco que la primavera fuera una de las más lluviosas que se conocen, causando, incluso, inundaciones en algunos lugares.

Sea como fuere, lo cierto es que cuando la gente está de fiesta (como es mi caso, apurando los últimos días de las Patronales de Mieza) demanda más las altas temperaturas y los días secos, que las bajas y los días de lluvia. Es normal, ya que las actividades de los festejos se deslucen siempre con el mal tiempo. Así, durante estos días en Mieza el aforo festivo ha estado abarrotado y en la presentación de las peñas, pregón, ofertorio de las madrinas con roscas de almendra a la Virgen del Árbol, baile de la Rosca, baile de la Bandera y novillada (todo esto hasta hoy 9 de septiembre, falta aún un día de feria) los instrumentos que más se han llevado por los vecinos y visitantes han sido los "abanicos", que ayudan a expulsar esos calores y sudores corporales. Incluso ahora, que escribo estas líneas desde la casa de mi madre, en Mieza, estoy al lado de un gran ventilador, no solo para que me alivie el sudor que brota por la frente, sino también para que me aclare las ideas (más nebulosas producto del jolgorio del que no me quiero alejar "una vez al año no hace daño").

Pero, además, presiento que la utilización real de estos ocurrentes artilugios que alivian del duro calor estival, se va a tener que prolongar en el tiempo, aunque sea en sentido figurado, para alejar los malos augurios que diariamente nos ofrecen nuestros políticos: los que nos gobiernan y los que no. Porque al frustrado intento de Rajoy de ser investido presidente y formar gobierno, se ha unido la campaña electoral en dos comunidades autónomas históricas (las de primera división como nos explicaba el catedrático de Derecho Administrativo en las clases de licenciatura de Derecho hace ya algunos años, es decir, las que accedieron por el procedimiento previsto en el artículo 151 de la Carta Magna, que permitía un mayor nivel de autogobierno), el País Vasco y Galicia.

Tuvimos que utilizar los abanicos y los ventiladores en las dos primeras sesiones fallidas de investidura de Rajoy (la del 31 de agosto y la del 2 de septiembre) y sorpresivamente el mismo 2 de septiembre por la noche cuando nos enteramos que el interino gobierno de Rajoy (cada día más denostado) utilizó sus armas letales (que sigue conservando en la trastienda de la Moncloa) para proponer a un ex ministro (José Manuel Soria) como miembro ejecutivo del Banco Mundial. Una persona que tuvo que renunciar como miembro del gobierno de Rajoy hace unos meses por estar implicado en los famosos "papeles de Panamá", es decir, por ser "poco patriota" (aunque él se considere muy español) y tener una fortuna en paraísos fiscales. Menos mal que inmediatamente saltaron todas las alarmas del resto de los partidos políticos (si hay algo positivo en esta legislatura sin gobierno es que Rajoy no tiene mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados, algo que garantiza mejor la pluralidad política y social de nuestro país) y provocaron días más tarde la renuncia del interesado. Renuncia que, lejos de devolver la honestidad al ex ministro, ha puesto de manifiesto, una vez más, que los intereses partidistas del ejecutivo de Rajoy prevalecen sobre el interés general de todos los españoles, aunque de forma reiterativa y cansina se encarguen de transmitirnos a todos los ciudadanos que la culpa de que no se forme gobierno es de "otros" y que "ellos" nunca son responsables de nada.

Esperemos que lleguen los primeros fríos otoñales y que sustituyan a los abanicos y ventiladores. Sería mejor, por otro lado, que fueran éstos los que sustituyeran los abanicos que nos ayudan a ahuyentar el calor insoportable y los malos olores de la política actual que tener que comer apresuradamente el turrón de nochebuena para estar despejados al día siguiente y acudir nuevamente a depositar el voto en los colegios electorales. Si así fuere y como mal menor tendríamos que decir que "a la tercera va la vencida".